Todo empezó en 2011, cuando los inversionistas y ejecutivos del grupo turco Sarot estaban convencidos de tener la solución para hacer negocio: adquirieron un emplazamiento idílico, se centraron en abastecer las demandas de un público específico y proyectaron unos diseños arquitectónicos ostentosos para crear un nuevo enclave para las élites.
Así como la Nova Cidade de Kilamba en Angola o el Zhengzhou New District en China, el macroproyecto urbanístico Burj Al Babas ha resultado ser el nuevo paraíso fantasma del norte de Turquía. La imagen que encabeza el artículo se hizo viral a finales de 2018, quizá por simular un espejismo que acentúa una dimensión desconocida, o fuera de lo común.
Se trata de la urbanización Burj Al Babas, situada a medio camino entre Estambul y Ankara, muy cerca del pequeño municipio de Mudurnu, a orillas del mar Negro. Este complejo urbanístico se emplaza en medio de las pintorescas montañas de la provincia de Bolu y fue pensado para albergar en torno a 700 castillos de estilo francés para la clase alta de los países del golfo pérsico. Tal y como asegura Naci Yoruk, arquitecto consultor del proyecto, los clientes eran mayoritariamente de Catar, Bahréin, Kuwait, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
En 2011, antes de empezar la construcción, docenas de villas fueron vendidas a inversores árabes y, tal como indica el periódico turco Hurriyet, se empezaron a destruir hectáreas de suelo fértil y a talar miles de árboles para insertar este enclave. Y así fue como en 2014 empezaron las obras. Para ese entonces, se llegaron a construir 587 unidades, casi el 80% de lo planeado, y se habían conseguido colocar 351 castillos.
No obstante, en 2016 el grupo se vio asfixiado porque los clientes fueron incapaces de pagar los créditos que debían a la constructora; muchas operaciones se anularon justo cuando la obra ya estaba casi terminada. Según los responsables del grupo, fue el desplome del precio del petróleo lo que generó este problema, aunque muchos otros atribuyen este desastre a la tensión política entre Arabia Saudí y Turquía.
Al no poder seguir financiando el proyecto, la constructora fue declarada en bancarrota y la urbanización quedó en estado de abandono, con una deuda total de 27 millones de dólares. Mehmet Emin Yerdelen, presidente del grupo constructor, aseguró: “No pudimos recuperar alrededor de los 7,5 millones de dólares que nos deben por las villas que hemos vendido a los países del Golfo”. Hoy este asunto está en manos de la justicia.
Como si se tratara de un retroceso a los idearios de la ciudad moderna, esta urbanización es un fiasco inmobiliario y urbano. Tal y como se aprecia en la página web del Burj Al Babas —aún activa—, los castillos están colocados en hilera y cada uno de ellos tiene una superficie aproximada de 225 metros cuadrados, pensados para personalizarse al gusto del cliente. En el centro de la urbanización se emplaza un edificio central, de estilo clásico, que acogería todos los servicios de ocio (un centro comercial, restaurantes, cine, comercios, baños turcos, piscinas…) así como otros servicios de guardería y gimnasios.
A pesar de que hoy en día este enclave está desolado, los habitantes vecinos de la histórica ciudad gremial de Mudurnu (propuesta como bien cultural de la Unesco en 2015) están aterrados ya que consideran que esta urbanización pone en peligro la calidad paisajística de Bolu. Aseguran que el estilo arquitectónico de los castillos —que evocan una arquitectura europea— no tiene nada que ver con el estilo otomano de los municipios de los alrededores.