Javier y Gabriel no se conocen pero tienen algo en común, los dos fueron polleros. Ambos coinciden en que las autoridades están coludidas pues, de lo contrario, el transporte de indocumentados por el país sería casi imposible, pero “con dinero baila el perro”.
Javier narra el proceso desde que es contactado por quienes buscan alcanzar el sueño americano.
Sólo atendía por recomendación. Sus servicios no se encontraban en las redes sociales, donde decenas de polleros prometen un cruce seguro a Estados Unidos.
La única forma de encontrarlo era por recomendación.
Tras contactarlo, Javier le explica el costo de su servicio y cómo será el recorrido. El precio es de entre ocho mil y 10 mil dólares por persona (entre 160 mil y 200 mil pesos). La mitad al momento de recogerlos y el otro 50% estando en EU.
Él acude a donde lo contraten, a El Salvador, Honduras o Guatemala. Sólo viaja con uno o dos adultos y máximo tres niños para pasar inadvertidos en los retenes y que los agentes, ya sea de Migración o de la GN piensen que viajan en familia.
Algunos niños le son entregados por familiares para que los lleve a suelo estadunidense. Allá los esperan, generalmente, sus padres o alguno de ellos.
El expollero explica que la mitad del cobro es repartido entre las autoridades coludidas para no ser detenidos, quienes si no fuera por ellos sería muy complicado el cruce por México, y para los cárteles que controlan las zonas por las que pasarán pues, señala, de no hacerlo podrían encontrar la muerte como las 19 personas asesinadas en enero pasado, entre ellas 16 guatemaltecos y tres mexicanos, en el poblado Santa Anita, en Camargo, Tamaulipas, donde, al parecer, el pollero no pagó la cuota y los asesinaron.
Cuenta que gran parte de los recursos son destinados al pago de cuotas, gasolinas, alimentación y hospedaje.
Detalla que el pago a las autoridades municipales, estatales y federales se hace cuando son detenidos en carreteras que no son controladas por los grupos delincuenciales que intervienen en la trata y que los pagos son de entre 30 mil pesos para policías hasta 70 mil pesos en caso de estar implicado algún comandante.
Inicio del recorrido
Generalmente Javier llega a Santa Elena Flores, Guatemala, donde se hospeda, y cruza a El Salvador, donde el grupo de migrantes ya lo espera en los “portilleros”.
Ahí inicia el primer pago de cuotas. Se le paga mil dólares a la Mara Salvatrucha por dejarme entrar por mi grupo y para poder salir.
“Posteriormente cruzamos a Guatemala, rumbo a Santa Elena en un autobús. Debes de procurar siempre llegar de noche. Nos hospedamos ahí para salir a primera hora rumbo a la Técnica Guatemala para cruzar a Frontera Corozal, Chiapas, donde se pagan cinco dólares por cada migrante, porque generalmente no tienen ‘papeles’”.
Para no caminar, Javier explica que suben a una combi de pasajeros hasta Palenque.
“Es muy seguro que te agarren en un retén, pero trato de que mi gente se vea como cualquier chiapaneco y yo me visto llamativamente para que sea a mí a quien bajen y a quien le hagan preguntas, yo soy el distractor y los demás pasan desapercibidos”.
El expollero detalla que el traslado se realiza a distintas horas, ya que deben procurar evadir a Migración, pues en Palenque se concentran y piden documentos a todos los pasajeros.
Ahí, su segunda cuota cae en los bolsillos de Los Zetas, quienes, además, le piden el número de migrantes que lleva, nombres y fotos. El costo es de mil dólares por cada uno. Asegura que los maras operan para Los Zetas y si no se les paga habría consecuencias fatales.
De ahí parten hacia Villahermosa, Tabasco, en una camioneta familiar, “durante todo el trayecto serán mi familia ante los ojos de todos.
“Llegando a Veracruz el retén que encuentras está en La Tinaja, pero los agentes del INM se enfocan más en los autobuses y muy rara vez revisan a los particulares; como te ven en familia y que van conversando sin nerviosismo no te revisan”.
Javier cuenta que tras pasar el retén maneja directo a Puebla y luego a la Ciudad de México donde se hospedan, “cerca de La Villa, y para avisar a La Madre —la persona, ya sea hombre o mujer, que se encarga del cruce de la frontera a EU— para avisar cuántas personas son trasladadas, tipo de vehículo y placas, y pagar la cuota a través de depósitos bancarios. Esa persona, explica, le dará una clave de identificación ante las autoridades y las bandas locales que le servirá para no ser detenido durante su travesía desde la capital del país hasta Reynosa, Tamaulipas.
Descanso en la CDMX
El expollero explica que durante su estadía en la CDMX alistan el vehículo para partir por la madrugada.
En caso que durante el trayecto sean parados por personal de la Guardia Nacional o del Ejército les explica que vende todo tipo de artículos que compra en la frontera para “revender en los tianguis del Estado de México”.
De la capital cruzan por Querétaro y San Luis Potosí hasta Ciudad Victoria, Tamaulipas, donde descansan y comen para partir a su destino final en México: Reynosa.
Él explica que llegan al retén de San Fernando, y al preguntarle si no teme ser víctima de los criminales que operan en la zona y que ha sido escenario de diversas matanzas, como la del 22 de agosto de 2010 en la que fueron asesinados 72 migrantes, y que posteriormente, el 6 de abril de 2011 se hallaron 47 fosas con casi 200 cuerpos, dijo que no, pues por eso se paga la cuota.
Llegando a Reynosa se resguardan hasta por una semana en un inmueble ubicado cerca del río Bravo y cuando gente de La Madre le da luz verde pasa junto con su grupo por la zona “que ellos te indiquen, pues hay momentos y días específicos para cruzar”.
Atraviesan el río Bravo en una lancha inflable y a los migrantes les coloca chalecos salvavidas.
“Me ato la soga en el pecho y nado, jamás de frente, siempre sigo el cauce, porque nadarlo de frente puede costarte la vida y a tus clientes”.
Estando el camino libre de “la perrera” (Border Patrol) “cruzamos caminando el monte, hacemos dos horas del cruce del río Bravo a McAllen, Texas. Ahí se paga la última cuota al Cártel del Pacífico o a quien, en el momento, lidere la plaza.
“Ahí nos hospedamos en una casa de seguridad hasta la noche que pasa el raidero y nos bajan una milla antes del checkpoint de Falfurrias y de ahí rodeamos y caminamos por cuatro días hasta Eagle Pass”. Aunque siguiendo el mapa se aprecia más larga esa ruta, dice que es la más segura.
De Eagle Pass llegan a San Antonio y luego hacia Houston, donde son entregados a sus familiares a cambio del último pago.
En el caso de Gabriel, él asegura que trabaja directo para un cártel, el cual le paga por llevar a los migrantes sólo hasta Reynosa y “ya va garantizado el cruce a EU. De ahí ya depende ellos hasta donde llegar”.
Con información de La prensa Coahuila