El pacto electoral que llevó al Frente de Todos al gobierno en 2019 agoniza. La relación entre la dueña del poder y el ahora presidente testimonial ha mutado a un pacto de silencio hasta el 14 de noviembre. Los reproches recíprocos y la desconfianza mutua han ganado la centralidad de esa relación de dos desiguales. Como sucede en todos los ámbitos de la vida, el tiempo será el padre de la verdad. Fernández es hoy un presidente sin poder, sólo ocupará su cargo de manera testimonial, seguirá gritándonos en sus discursos sabiendo que sus alaridos serán escuchados por el aire. Su intento de rebelión se desintegró rápidamente y con él su futuro político. Ahora, sentado al volante el nuevo Jefe de Gabinete, Juan Manzur, tiene una oportunidad personal histórica, si da vuelta el resultado electoral se afianzará en la escena del poder, si fracasa sus aspiraciones presidencialistas se verán frustradas.
Argentina se ha convertido en un país nuevo, diferente a lo que alguna vez fue. Empobrecida económica y moralmente, nuestra nación se encuentra indefensa frente a la pandemia institucional que nos golpea hace décadas. La catástrofe política reconocida por la Vicepresidente en su carta de la discordia pone el eje en lo que realmente le importa: la continuidad de su proyecto político. Dejando de lado la gobernabilidad de una nación rota por años de impericia política de la cual es una actora importante en los resultados paupérrimos. Los esfuerzos por justificar su falta de responsabilidad en el fracaso han caído en un saco roto, los resultados de las urnas fueron categóricos. Ella fue cómplice silente del vacunatorio VIP, y recibe ingresos (dietas, jubilaciones, etc.) millonarias que de por sí le permiten una vida de lujo sin ningún tipo de privaciones, en un país con el 50% de pobreza.
Alberto Fernández, desacreditado y sin peso político propio quedó reducido a la categoría de Presidente “testimonial”. El poder real de la Argentina no tuvo más remedio que salir a la cancha, tomar medidas rápidas de claro tinte electoralista, para intentar revertir el repudio moral a una forma de gobierno que la ciudadanía rechazó fuertemente en las urnas. Sabemos que hasta el 14 de noviembre nos prometerán el oro y el moro, sin importar las consecuencias futuras de las calamidades electoralistas que se cometan en el presente. El 15 de noviembre con el nuevo resultado sobre la mesa veremos lo que el futuro nos depara. Todo está ahora en manos de los votantes: ¿se dejarán seducir o harán sentir su indignación? La oposición tiene un duro trabajo por delante. El Gobierno no ahorrará esfuerzo alguno en pos de su objetivo, su poder de fuego está a la vista y trajo para la tarea a su fuerza especial de “Gurkhas políticos”.
La irreflexiva legisladora Vallejos expresó que Alberto se tenía que “allanar” a lo que le diga Cristina porque “ella es la representación del pueblo argentino”, “por su boca habla el pueblo”. Luego de la dura derrota electoral es claro que el Gobierno debería allanarse, no como lo hizo el Presidente a la voluntad de la dueña de la “voz del pueblo” (en la extravagante imaginación de la legisladora cristinista), sino al resultado de las urnas donde se evidenció que el vacunatorio VIP, las fiestas en Olivos, el mal manejo de la pandemia (reconocido por propios y ajenos), el desplome de la economía, la cantidad pornográfica de pobres, el descontrol del narcotráfico, y la vida de ricos de la casta dirigente a costa de los contribuyentes, no da para más. La ciudadanía en las urnas dijo claramente “basta”.
El “Cristina Gate” tuvo la habilidad de sacarnos por unos días de lo que realmente importa, el resultado de las PASO y las consecuencias que de ello se derivan para el futuro de la república, que obtuvo una brisa de republicanismo en el mar de la autocracia por el que veníamos navegando. Las PASO son un escollo a la ilusión de mayoría eterna, donde los cristinistas apretaron rápidamente el botón de su GPS para “recalcular” y así tomar todas las medidas de tinte electoral que sean necesarias para recuperar a “sus votantes”. Lo que sucedió no nos sirve para entender todo lo que hay por delante porque tenemos un país distinto, inundado por la pobreza e invadido por los narcos. Argentina modelo 2021 es muy diferente a lo que alguna vez fuimos como país. La metamorfosis ideológica de la clase media arrojada a la pobreza como consecuencia de los desmanejos de quienes nos gobernaron dieron su veredicto en las urnas, conjuntamente con los que habitan en la pobreza desde hace tiempo. Hablaron claro y fuerte. La indignación y el hartazgo moral son elementos claves del resultado, algo que pareciera ignorar el candidato Gollan que solo le da valor a la “platita” en un paupérrimo comentario.
El renovado gabinete nacional, con “músculo político”, incorporó ministros con la piel curtida que no se van a poner colorados por nada, saben lo que tienen que hacer y están dispuestos a ello. Son Gurkhas de la política con una misión clara. Lamentablemente su experiencia anterior hoy debe ser puesta en duda porque estamos ante un entramado social diferente al que conocieron. La sociedad se encuentra moralmente desgastada e indignada. Si no lo entienden no estarán comprendiendo la gravedad de los problemas que enfrentan. A juzgar por las primeras medidas que se tomaron -que prácticamente disponen el cese de la pandemia- no solo son erradas, sino que evidencia la falta de comprensión de lo que enfrentan: el movimiento de los indignados está siendo ninguneado.
El Gobierno no gobierna para sanar a la nación rota, sino para ganar una elección. Tras la derrota, en el intento de “motín” las naves de Alberto Fernández se quemaron demasiado pronto, solo duró lo que un suspiro. El “alzamiento twittero” fue rápidamente sofocado por su Jefa dejando al actual mandatario reducido a la categoría de Presidente “testimonial”. La gravedad de lo que sucedió en las urnas fue de tal magnitud que ocasionó un importante cisma político que nos tuvo “distraídos” unos días. El pueblo clamó mayoritariamente por un cambio, y no precisamente por el cambio de gabinete que impuso Cristina al doblegar el berrinche de su presidente para rodearlo de una guardia pretoriana. El cambio que pide a gritos el pueblo es “moral”, no de “cotillón” como las medidas que se implementaron para intentar dar vuelta un resultado electoral.
Resulta una curiosidad del destino observar cómo los que vinieron para ser mejores se convirtieron en el peor gobierno desde la recuperación de la democracia. Es lo que indica el resultado de las urnas, en un dato objetivo que ningún relato por más imaginativo que sea puede superar. La señal que dio Cristina a todos fue que si no funciona se “duplica la dosis”, redobla la apuesta y va por más. Pero nada dice de la difícil situación que están atravesando los millones de argentinos que, a consecuencia de los desaciertos de quienes nos gobiernan, viven en la pobreza. Es llamativo su silencio respecto de las consecuencias que “arrastra” el fracaso de su tercer gobierno.
El cristinismo pareciera haber terminado de lamer sus heridas. Ahora el objetivo central pasa por defender, hasta donde se pueda, las bancas en cada una de las cámaras del Congreso. Lamentablemente en medio de todas estas peleas y disputas por el poder, siete de cada diez chicos son pobres, su educación es nula en una gran mayoría y en el resto es deficiente. Su futuro está sellado por la impericia de nuestros gobernantes. Muy triste para el pueblo de Sarmiento, donde la violencia y el narco han ganado la calle y ahora deberemos aprender a “convivir” con ellos porque el “Gobierno que no gobierna” no dice nada sobre qué piensa hacer para atacar ese flagelo. Pareciera que de “eso no se habla”, la pregunta es por qué.
Los “sectores populares” han sido reacios en apoyar al Frente de Todos con su voto. Para quienes viven en los barrios populares, las villas del conurbano bonaerense y del resto del país, el miedo es una constante. Salir para hacer las compras resulta un aventura donde se juegan la vida. La inseguridad es una de las cinco pandemias que azotan a nuestro pueblo, sobre la cual no se pone el énfasis necesario. Las bandas de narcos se muestran armadas a plena luz del día. Se hacen ver para que quede bien en claro quién es el que manda en ese feudo (y no es precisamente Cristina). La violencia aumenta día a día, como agua hirviendo en una olla a presión. El problema es demasiado grave para posponerlo: el gobierno que no gobierna debería ocuparse urgentemente. Si bien no paga electoralmente, lo hace a largo plazo. Se ve que no les interesa demasiado.
Los habitantes abandonados de la periferia social ya aprendieron que en el momento de votar les prometen todo, para luego no cumplir nada. Se cansaron de recibir migajas, de vivir con miedo de salir a la calle, de convivir con el narcotráfico que cada vez cobra mayor presencia, a la vez que las fuerzas del Estado se repliegan, como si fuera un juego de acelerador y embrague. Lo que reciben como “asistencia” no les alcanza, salen a cartonear, a cirujear, a ganarse el sustento día a día como cada uno puede y le da el cuerpo. Fue en los sectores populares donde el ausentismo electoral tuvo más efecto. Pocos se sintieron con ganas de ir a las urnas, la respuesta general fue: “¿Para qué? Son todos iguales”. Qué Cristina, en un torpe intento de arrimarse a este sector de la población, haya mencionado a L-Gante no fue casual. Hasta eso le jugó en contra.
El papel pintado que hoy tenemos como moneda nacional será el arma principal con la cuál piensan calmar a los indignados sociales, los pobres y por supuesto, a los movimientos populares que son hoy importantes maquinarias políticas con una impresionante capacidad de movilización. Hasta el 14 de noviembre viviremos una Gran Kermesse Nacional y Popular donde los regalos por votos serán cotidianos, como si la dignidad de los votantes estuviera en venta. Las PASO fueron en sí mismas un plebiscito de la gestión del gobierno. Y lo perdieron estrepitosamente. Pero como ya nos tienen acostumbrados desde el centro de mando de la dueña del poder, retroceder no es una opción, rendirse jamás, solo se permite seguir peleando y redoblar la apuesta duplicando la dosis. Si Alberto perdió las PASO es porque fue blando: es el ADN cultural que se evidencia con el “Cristina Gate”, ahora van por más. El castigo para el perdedor fue degradarlo a la categoría de presidente testimonial, en una relación con la Vicepresidenta que ya no será lo que fue. La única verdad es la realidad.
La expansión actual del gasto público es cavar con una pala más grande el agujero en el que nos estamos enterrando. El presente nos vuelve a enfrentar con los mismos problemas del pasado. Se aplican las recetas que sabemos que no funcionan. Las PASO lejos estuvieron de ser un simulacro electoral. Todo lo contrario, sirvieron para tomar la temperatura de la sociedad: tenía fiebre alta. Vale la pena recordar el cartel que, con la imagen de Perón, apareció en las cercanías del Congreso en medio del “Cristina Gate”: “Primero la Patria, después el movimiento y luego los hombres ¡Déjense de joder!”.