Cuando a Karim Benzema no lo entendía ni su padre, Florentino Pérez se fue a su casa en el barrio de Bron, en Lyon, y se sentó a esperarle. En alguna ocasión, Pérez se ha referido a lo que comenzó ese día como “una historia de amor”. Este lunes, 13 años después de aquel cortejo a domicilio, el presidente del Real Madrid y el delantero volaron juntos a París. A recoger, con 34 años, su primer Balón de Oro después de impulsar al equipo a la Champions de las remontadas locas. El podio lo completaron Mané y De Bruyne.
Para subir al escenario, se vistió como lo había hecho el rapero Tupac cuando acudió a la gala de los American Music Awards en enero de 1996, meses antes de ser asesinado a tiros en Las Vegas. Hasta gafas se puso para que se lo entregara Zidane, al que señaló sobre el escenario como uno de sus “ídolos”, junto a Ronaldo.
Benzema recordó el trabajo que dedicó al fútbol, y también quiso acordarse de lo difícil: “Ha habido momentos que han sido muy duros. Hay que pensar en los momentos en que no estuve en la selección francesa [por el caso del chantaje a Valbuena]. Pero nunca dejé de trabajar”.
Ya con el premio, volvió a Pérez: “Es como de mi familia. Vino a mi casa a ficharme y demostró el tipo de persona que es”.
El trayecto de Bron al teatro Châtelet no ha sido en línea recta. Su contratación se vio durante varias fases como un idilio incomprendido. Por la afición del Bernabéu, sí, pero también por Mourinho, por ejemplo, que lo consideraba un delantero casi inofensivo, y en 2010 le colgó una célebre puya: “Si no tienes un perro para ir a cazar, y tienes un gato, pues vas con el gato, porque solo no puedes ir”. Aquello disgustó a Pérez, y enfureció a Benzema que se fue al despacho del técnico.
“En ese momento se me fue la olla”, contó en 2017 en Canal+ Francia. “Le dije lo que había que decirle. Estuvimos reunidos una hora. Yo soy jugador de fútbol, tú eres mi entrenador. Yo te respeto, así que respétame tú a mí como futbolista. Y desde entonces ya no hubo más historias de gatos, de perros o de lo que fuera. Soy tímido, pero si te ríes de mí, me vas a encontrar”.
En el fondo, Benzema encontró en Mourinho el mismo reproche que había escuchado desde niño a su padre, Hafid. “Lo único que decía era que marcara. Nada más”, recuerda el futbolista en el documental El caso Benzema. El padre lo confirma: “Le decía: ‘Vamos, chuta, chuta. Vamos, marca. No pases”.
La falta de sintonía se prolongó durante sus primeros siete años en el Madrid. Pero como le contó a Jorge Valdano, al final comprendió a su hijo: “Ahora entiende mi fútbol y lo que hago en el campo. Antes era solo goles. Ahora puedo hablar con él”.
Benzema vivió mucho tiempo bajo la sombra del cuestionamiento. En septiembre de 2017, cuando firmó una ampliación de contrato hasta 2021, se extendió sobre el asunto: “¿Me falta gol? Depende de como veas el fútbol. Para mí, un delantero moderno no es solo gol. Hay que participar en el juego, abrir espacios para otros, dar asistencias”.
Cuatro meses antes de la renovación, dejó en el Calderón la jugada que le ha servido muy a menudo para ejemplificar la incapacidad de muchos para captar el significado de lo que hacía. Con una maniobra entre escapista y funambulista, Benzema burló a Savic, Godín y Giménez sobre la línea de fondo y dio un pase atrás que remató Kroos. Paró Oblak e Isco marcó. “¿Es lo más bonito que he hecho en la Champions? Tal como yo veo el fútbol, sí; pero quizá no como lo veis vosotros, si dices que no se contó ni como gol ni como asistencia”, lamentó en un documental de RMC.
La estadística, como su padre, tardó en capturar el valor de acciones así. Solo en los últimos años las empresas de datos han elaborado modelos que empiezan a medir lo que aportan lances más allá de los goles y las asistencias. Como el On Ball Value de Statsbomb, que pone números a cuánto acerca cada acción ofensiva al gol, o cuánto lo aleja cada movimiento defensivo. Con esa métrica, por ejemplo, se empieza a poder poner números a aquella jugada casi mágica: Benzema llevó la pelota desde una posición en la que había un 1,75% de posibilidades de que la jugada acabara en gol, a otra en la que había cuatro veces más. Aun así, reconocen que el modelo todavía no es capaz de cuantificar todo el valor de esa genialidad.
El francés aún volaba bajo el radar, como cuando jugaba para Cristiano Ronaldo. Pero había comenzado ya su despegue hasta convertirse en la bandera del equipo, un líder en el campo, un ejemplo fuera. Una persona que le ha visto trabajar en sus primeros años y en estos últimos sin Cristiano describe una transformación profunda: más trabajo, más dedicación fuera del campo, más determinación.
La temporada 2020/21 Benzema ya rindió a un nivel altísimo evidente para cualquiera, pero el Balón de Oro premió a Messi, por delante de Lewandowski, Jorginho y el francés. Tal vez le faltó la Champions, donde se quedó en semifinales contra el Chelsea.
Esta vez no cabía la duda. Además de máximo goleador de la Liga, fue el capitán de la Copa de Europa de las remontadas, con tres goles al PSG en octavos, cuatro al Chelsea en cuartos y tres al City en semifinales. En la ida de esta elminatoria, dejó el sello en el campo y fuera. Anotó un penalti a lo Panenka que los mantuvo con vida (4-3) y al terminar, algo impensable en sus primeros años, se convirtió en primer portavoz de la última remontada: “En el Bernabéu vamos a hacer una cosa mágica, que es ganar”.
Este lunes el mundo del fútbol reconoció su genio, con un premio individual, pero que él considera colectivo: “Es el Balón de Oro del pueblo”.
El top 10
- Karim Benzema (Real Madrid)
- Sadio Mané (Liverpool/Bayern)
- Kevin de Bruyne (Manchester City)
- Robert Lewandowski (Bayern/FC Barcelona)
- Mohamed Salah (Liverpool)
- Kylian Mbappé (PSG)
- Thibaut Courtois (Real Madrid)
- Vini Jr. (Real Madrid)
- Luka Modric (Real Madrid)
- Erling Haaland (Borussia Dortmund/Manchester City)
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Con información de: El País