Las flamas de las velas titilan al ritmo del sonido de los cascabeles que portan los danzantes. Éstos se encuentran frente a un altar dispuesto con flores blancas y amarillas, dedicado al Señor de Burgos o El Señor del Saucito, y del que sobresalen adornos de palma en color crema y azul, que resaltan con el verde de las hojas que forman un marco que protege a cuatro ángeles pequeños y la imagen del Cristo de Burgos.
Los danzantes, quienes forman parte de la compañía “Danza Palabra del Señor del Saucito”, de origen azteca guadalupano, están preparados para salir a venerar a su santo patrono como parte de la tradicional velación que se realiza cada año durante marzo en San Luis Potosí.
La velación es una parte importante del ritual, se hace una noche antes de salir a hacer sonar los cascabeles mientras danzan, ya sea por los festejos del Señor de Burgos o las conquistas que realizan al ir a bailar a otros estados por otras fiestas patronales.
Los integrantes de la agrupación se desvelan haciendo una ofrenda con bastones sagrados que sirven de custodia para la imagen del santo y de un sirio sagrado; mientras dedican rezos a Dios y al Señor del Saucito, además de una “plantación de ánimas”, con la que recuerdan con cariño y respeto a los jefes que partieron del mundo terrenal, pero que en su paso por la vida dejaron importantes enseñanzas para mantener viva la tradición de la danza prehispánica.
Frente al altar en honor al santo patrono del Saucito, el capitán Juan Manuel Castillo García, guía a las y los integrantes de la compañía de danza, en una oración acompañada de una guitarra conchera de 12 cuerdas hecha con el caparazón de un armadillo, una mandolina y un huehue, instrumentos musicales que los identifican como danzantes concheros.
“A ti padre, Señor del Saucito, te pedimos permiso para poder partir a este recorrido en tu honor, te pedimos que nos permitas llegar con bien y regresar con bien. A cada uno de nosotros como danzantes danos la fuerza en este recorrido para que no nos pase nada en el camino. Vamos a pedir de corazón un padre nuestro y un Ave María por todas aquellas personas que en estos momentos se encaminan”, se escucha decir con voz firme a Juan Manuel Castillo García, mientras se encuentra arrodillado frente a la imagen del Cristo de Burgos.
El ritual para salir a las calles de la capital potosina, portando el estandarte del Señor del Saucito, concluye con una tradicional petición a los cuatro puntos cardinales para guiar a los bailarines y músicos durante el recorrido hasta llegar al templo que data de 1826 y que se ha convertido en una de las iglesias más visitadas por potosinos y turistas, quienes piden milagros principalmente de salud al Señor milagroso.
Con penachos de pluma natural de animales como el faisán, guacamaya o gallo, el choque de las hueseras de “Hueso de Fraile”, una semilla natural que suena como un cascabel, que cuelgan de sus tobilleras y el estandarte de 16 años de antigüedad con la imagen del Señor del Saucito, los menores y adultos que pertenecen a la “Danza Palabra del Señor del Saucito” de San Luis Potosí, salen de la casa de la familia Castillo para encontrarse con los demás compañeros e iniciar la peregrinación al Templo del Saucito.
“Lo importante es que (cuando partamos) sigan las tradiciones, porque las imágenes van a seguir quedando muchos años más (…) Que siga viva nuestra tradición”, comentó el capitán de la compañía de danza tradicional.
Apasionados de la danza tradicional prehispánica
La compañía de conquista guadalupana, actualmente capitaneada por Juan Manuel Castillo García, que representa la palabra del Señor del Saucito, nació en 1987, pero recibió su registro formal en el 2003. A lo largo de 36 años de experiencia dancística en San Luis Potosí, han motivado a diferentes personas a apasionarse por la danza tradicional prehispánica, con el objetivo de preservar las costumbres, música y expresiones de baile, arraigadas en el país y que provienen desde nuestros ancestros.
Castillo García, junto con su familia, se inició en el arte de la danza con un grupo formado por la Familia Rocha en la colonia El Saucito, sin embargo, después decidieron cambiarse a la corporación de danza azteca guadalupana, formada por el general Miguel Cabrales Ramírez, en donde han permanecido alrededor de 34 años.
En esta agrupación de danza, la edad y las condiciones físicas de las personas no importan, siempre que los aspirantes estén dispuestos a comprometerse y a disfrutar de la danza azteca guadalupana, pues la compañía está formada por más de 150 personas que van desde niños, adolescentes, adultos jóvenes o mayores, con o sin discapacidad.
“Es importante tener el corazón abierto a la tradición, es importante ser danzantes de corazón, es importante decirle a dios que estamos con él por medio de nuestro corazón, por medio de nuestro canto y expresarlo con el movimiento corporal (…) Actualmente tenemos a un niño, que se llama ‘kikin’, es un niño que nos ha inyectado mucha energía, porque nos da a entender que cuando algo se quiere de corazón se puede lograr. Es un pequeño en silla de ruedas, que baila”, agregó Castillo García.
Motivados por la fe al Señor del Saucito
“La fe mueve montañas”, es lo que tiene claro Margarita Alvarado Tovar, alférez encargada de custodiar el estandarte del Señor del Saucito, quien pese al cansancio y los intensos rayos del sol, permanece bailando al paso del tambor y la guitarra de concha, con el único objetivo de llegar hasta la puerta del templo.
Explica que lo que la motiva a terminar la caravana es el favor o milagro que el Señor del Saucito, le hizo hace cinco años atrás, para volver a caminar.
“Yo siempre he dicho que es una prueba que cuando él quiere que uno ande aquí busca los medios y las formas”, comentó Margarita.
Aunque ella inició bailando danza azteca en 1995, tras abandonar por muchos años la danza tradicional, se integró a este grupo en pago de una promesa que le hizo al Señor del Saucito; ofreció al santo volver a bailar en su honor si él le concede volver a caminar luego de haber sufrido una lumbalgia hace cinco años.
Tras volver a caminar, decidió retomar los pasos de danza y hacer sonar los cascabeles, pero esta vez apoyada por sus hijos y esposo, quienes orgullosos de ella y agradecidos por el milagro del Señor del Saucito la alientan cuando las caravanas se hacen cansadas.
Sin perder el paso redoblado armonizado por los tambores o huehue, guiados por la guitarra de concha, los pies de los hombres y mujeres que visten penachos, petos, vestidos coloridos y los cascabeles, aceleran el baile, el Templo del Saucito se alcanza visibilizar, la emoción corre por sus cuerpos al igual que el sudor que les generó el bailar por más de una hora para llegar a adorar a su Señor de Burgos.
Pese a que los rayos del sol calan en los hombros de los danzantes, los bailarines logran adentrarse al Templo, con orgullo portan el estandarte que posteriormente es bendecido. Han cumplido con honores y bajo la protección de dios su único objetivo de ofrecer como ofrenda, por un año más, sus pasos para festejar al santo milagroso del Saucito.
Con información de: El Universal SLP