Originario de Ciudad Hidalgo, Manuel cometió su primer homicidio a los 15 años y desde prisión asegura que ha cambiado, por lo que tiene la ilusión de rehacer su vida, portarse bien y ser feliz.
El joven de 25 años es una de las 5 mil 559 personas privadas de la libertad en 14 estados entrevistadas por la asociación civil Reinserta sobre la violencia en la infancia y adolescencia.
Le dieron una sentencia de 25 años de cárcel, de los cuales ya cumplió siete y cuatro meses.
“Cuando eran jóvenes, mi papá se robó a mi mamá y se la llevó a Guatemala, ahí nacimos mis hermanos y yo. Tiempo después, cuando yo tenía seis meses, mataron a mi papá por andar en malos pasos y nos vinimos a México; aquí mi mamá nos dejó a cargo de mi abuela. Ella es muy buena, gracias a Dios nos acogió, quién sabe qué hubiera sido de nosotros si ella no nos hubiera criado, porque mi mamá volvió hasta años después, ni siquiera la reconocí cuando volví a verla”.
Originario de Ciudad Hidalgo, Manuel cometió su primer homicidio a los 15 años y desde prisión asegura que ha cambiado, por lo que tiene la ilusión de rehacer su vida, portarse bien y ser feliz.
El joven de 25 años es una de las 5 mil 559 personas privadas de la libertad en 14 estados entrevistadas por la asociación civil Reinserta sobre la violencia en la infancia y adolescencia.
“Cuando eran jóvenes, mi papá se robó a mi mamá y se la llevó a Guatemala, ahí nacimos mis hermanos y yo. Tiempo después, cuando yo tenía seis meses, mataron a mi papá por andar en malos pasos y nos vinimos a México; aquí mi mamá nos dejó a cargo de mi abuela. Ella es muy buena, gracias a Dios nos acogió, quién sabe qué hubiera sido de nosotros si ella no nos hubiera criado, porque mi mamá volvió hasta años después, ni siquiera la reconocí cuando volví a verla”.
Manuel relata que tuvo una infancia muy dura, no tanto en lo económico, sino la falta de padre y madre “me afectó”.
“Yo era muy peleonero en la escuela porque me hacían bullying y nunca me he dejado de nadie, pero eso hizo que me corrieran varias veces y por eso nomás llegué a quinto de primaria”. Quería ser bombero pero su carácter no lo ayudó y comenzó a consumir marihuana a los 13 años, influido por amigos de su hermano que lo invitaron a su pandilla.
“Empecé a vender marihuana, la movía en la colonia y de ahí sacaba de 10 mil, hasta 30 mil pesos; terminé prácticamente manteniendo a mi familia” dijo.
Gabriel, a los 23 años, es su segunda condena
No es la única ocasión que ha estado en prisión, la primera vez que Gabriel ingresó fue por robo a casa habitación: “Me pusieron un cuatro”, dice. “Aún así, cumplí mi sentencia y me dejaron en libertad. La segunda vez me pararon por ratero y malviviente y me llevaron a la fiscalía, dónde me tuvieron secuestrado 12 horas en las que me golpearon y torturaron”.
Gabriel tiene 23 años y purga una sentencia de dos años y 10 meses por robo; piensa que “si no te equivocas, no aprendes, y yo cometí muchos errores a lo largo de mi vida, pero estoy dispuesto a enmendarlo todo”. afirma.
Relata que tuvo una infancia complicada porque su papá se fue a Estados Unidos y los dejó solos cuando tenía cinco años: “Mi mamá cuenta que mi papá era muy mujeriego, que manejaba la plaza en Nayarit y pasaba droga a Estados Unidos. Un día trataron de matarlo y nos balacearon cuando íbamos en su camioneta, pero como era blindada, no pasó nada. También por eso mi papá se fue a Estados Unidos.
“Mi padrastro nos hizo muchas malas jugadas, amenazaba con que nos iba a ahorcar en un árbol yo tenía ocho años, era un niño”.
Con información de: El Universal SLP