Después de caminar durante mucho tiempo y entre largas calles, llegué a la dirección indicada: una casita pequeña y muy despintada, con una fachada que parecía estar cayéndose a pedazos.
Antes de que pudiera tocar la puerta, salió corriendo de ella un joven de unos veinte años, muy apurado y sudoroso.
–Hola, ¿estás buscando a Juan Manuel?
–Hola, sí, mucho gus… –Me interrumpió rápidamente. –Mira tócale fuerte, yo ya me tengo que ir, ¡Hasta luego. – El joven se subió a una camioneta y arrancó apenas cerró la puerta.
Hice, toqué el viejo pedazo de metal tres veces, lo más fuerte que pude. Inmediatamente salió un hombre muy bajo: traía puestos unos pantalones holgados de mezclilla, una chamarra grande de imitación de piel y botas anchas; en las orejas le colgaban unas pesadas arracadas de plata, un par en cada una. Él era Juan Manuel Reyna, el rescatista de quien tanto me habían hablado en redes sociales y campañas de adopciones; reconocido por muchos por su gran labor y corazón. En su cara había una sonrisa, pero con un poco de preocupación al igual que la del otro hombre.
–¡Hola Nanny! Bienvenida, pásale, pásale.
La casa era muy amplia por dentro y no se veía tan maltratada como por fuera. A mi izquierda, dentro de un cuarto de una puerta con un agujero gigante, se encontraba sentada una perrita sin una pata delantera; me veía con una mirada triste desde el otro extremo del pasillo.
–Una disculpa por la tardanza, hace ratito mordieron a una de las perritas que tengo que encerrar en el cuarto de allá. Nos dio mucho miedo y nos asustamos, pero ya la llevamos al veterinario y está más tranquila.
Caminamos por un pasillo largo con cuartos a los lados, en cada uno de ellos se escuchaban ladridos, saltos y garras. En la pared derecha había una leyenda: “Por los amigos que dejaron huella en nuestra vida: Doky, Galleta, Bolillo, Polito…”. Cuando bajé la vista, un pequeño perro amarillo saltaba feliz a nuestras piernas. “Este acaba de llegar, ¡es una hermosura!”, me dijo Juan Manuel sonriente mientras le acariciaba la cabeza.
Llegamos a lo que alguna vez fue el patio de aquel lugar. Había muchos cuartos alrededor, y dentro de ellos estaban cerca de seis o siete perros, todos ladrando muy emocionados. Juan comenzó a señalarme a cada uno, contándome sus historias.
–Mira, en este cuarto está la que acaban de morder, está asustada pero no pasó a más; en este otro están todas las hembras, son las que la atacaron, me da mucha tristeza porque sé que a veces les gana el instinto, pero no tengo otro lugar para ponerlas; y en este último está Chatito, mi consentido, al pobre antes de venir aquí lo querían linchar porque intentó morder a un ciclista, pero la misma gente tuvo la culpa por usarlo como perro de pelea.
Decidió que Chatito nos acompañaría en la charla, así que abrió el cuarto y salió un perro fuerte y musculoso, con apariencia de pitbull y varias cicatrices en el cuerpo, seguramente causadas por las peleas y maltratos que sufrió anteriormente.
Nos sentamos en medio del patio, en un gran bloque de cemento del que no pude adivinar la función. Los ladridos se habían calmado y Chatito, Juan Manuel y yo, estábamos listos.
Pregunta: Al preguntar por rescatistas en San Luis Potosí que pudieran colaborar con esta entrevista, muchas personas me enviaron contigo, incluso uno de ellos mencionó que eres alguien increíble y excepcional. ¿Cómo has logrado tener la confianza y admiración de tanta gente en el estado? ¿Qué significa este reconocimiento para ti?
Juan Manuel Reyna: A veces no es que uno lo busque, sino que simplemente haces lo que te nace, lo que te mueve el corazón. Precisamente es lo que ellos necesitan: afecto y caricias para seguir viviendo. Entonces cuando la gente ve lo que yo hago, no lo pasan desapercibido; me critican mucho porque están pulgosos, con sarna, con mugre, ¡Pero eso es lo de menos! También entre humanos nos transmitimos muchos bichos y nadie dice nada.
Le agradezco mucho a la gente que me estima, pero, no creo merecerlo. Simplemente la diferencia es esa, los apapacho y lo hago sin pensarlo, porque ellos tienen toda su vida sin recibir un beso… ¿cómo puedes vivir así? Eso es lo que tienes que hacer no sólo como rescatista, sino como miembro de una sociedad.
P: ¿Cómo fue la primera vez que te decidiste a rescatar a un animal?
JMR: Fue hace mucho tiempo. Era un perrito, estaba completamente famélico y tirado en una esquina; le llevé comida, lo apapaché y la gente se me quedaba viendo como si estuviera loco, con asco. Recuerdo que ese día al salir de trabajar acababa de cobrar mi quincena, llegué y lo cargué…nunca se me va a olvidar: iba arrojando gusanos y sangre de su colita. Así que me lo llevé rápido al veterinario, pero me dijo que probablemente no sobreviviría, “viene muy mal, ¿aún así quieres intentarlo?”, yo respondí que sí, que me cobrara lo que fuera necesario.
En la madrugada me marcó el doctor, solamente para decirme: “joven, el perrito acaba de fallecer. ¿Quiere que lo tire ya a la basura?”. Le contesté “¡Claro que no!, yo mañana lo entierro”.
Ese fue mi primer rescate, si se puede llamar así. Fallido, pero por lo menos le di la atención que se merecía aunque fue demasiado tarde.
Esto me inspiró más para seguirlos ayudando, y comencé a involucrarme más con rescates más costosos, pesados y difíciles: cuando te metes de lleno, ya no puedes salir. La mayoría de las veces vienes haciendo todo tú, y sin darte cuenta ya se te fue la mitad de la quincena en el animalito. Pero todo lo vale, también es un alma.
P: ¿Recuerdas tu primer rescate con cariño?
JMR: Sí… también con llanto.
En ese momento, Juan Manuel se quedó callado y lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Se disculpó y respiró para seguir hablando. –Con llanto porque es muy triste recordar que no pudiste hacer nada. A veces tú quisieras dar más pero no se puede; dinero, tiempo, no te ajusta. Llegas tarde al rescate, y no puedes hacer más.
P: Hablando de años atrás, cuando una persona joven decide emprender un proyecto y cumplir sus sueños, usualmente lo comparte con su familia. Juan Manuel, ¿recuerdas cómo reaccionaba tu familia y antiguos cuando eras más pequeño? ¿Hay algo que ellos te dieron que hasta el momento sigue estando contigo?
JMR: Apoyo. Mis primeros sueños fueron los de ser músico y mi familia nunca me dio la espalda. Yo he tenido la oportunidad de estar con personalidades grandes, pero no lo seguí haciendo por cuestiones del destino, de hecho ya lo tengo muy abandonado por los rescates, porque cuando comenzó mi amor por los animales dejé de lado mis sueños de músico, aunque soy también escritor, compositor y pintor. Vengo de una familia de vena artística, uno de mis tíos es compositor, otro es violinista y mis tías son cantantes de ópera.
Yo creo que el arte va muy de la mano con el corazón. A mi hija se lo he inculcado, porque sé que alguien que se dedica al arte, probablemente no tenga tiempo para pensar en cosas malas. Sin embargo, mis sueños cambiaron cuando descubrí el lado del corazón de los animales. Tengo como siete u ocho años en esto, y he comprobado que esto viene aunado a lo que el arte provoca. Incluso he llegado a componerles y dedicarles canciones.
Ahora mi familia, mi esposa y mi hija, han comenzado también a rescatar. Tenemos cerca de diez animales “en tu casa”. Es muy curioso que cuando comienzas en esto, la mayor parte de tu familia no lo tolera, pero al poco tiempo se contagian y así cambias mentalidades, nacen nuevos rescatistas. Es como una magia que yo no cambiaría por nada; ojalá todos la hubiéramos descubierto antes.
P: Según muchos rescatistas, esta labor no es nada sencilla. Me comentaron que cantas en el transporte público, y que muchas veces lo recaudado va destinado a los animales fuera y dentro de tu albergue. ¿Qué otras cosas has hecho para seguir cumpliendo con tu labor? ¿Has sacrificado algo?
JMR: Sí, mucho. Una vez una persona me comentó: “ni es cierto, todo lo que sacas cuando cantas es para tu familia, ni es para los perritos”. Y entonces le respondí, que si se refería a mí familia, pues mi familia también son los perros. A ellos les doy atención médica, alimenticia, cobijo, hogar, protección, y si eso se lo das a tu familia, entonces puedes considerarlos parte de la mía. No hay ninguna diferencia.
Lo he sacrificado todo. Trabajo, voy a cantar, rescato a algún animalito, voy a los albergues a limpiar y los saco a todos a pasear. Llego tarde para ver a mi esposa y a mi hija, así que tengo que darles atención, al igual que a los perritos que tengo en casa. Si llamas a eso sacrificio, entonces sí: sacrificas familia, tiempo, tu casa y tu vida entera.
Sí, llego muy cansado a veces, pero todos te reciben con cariño y eso es lo que cuenta.
P: Diariamente en San Luis Potosí, perros y gatos son envenenados, atropellados y abandonados, es imposible hacerse cargo de todos ellos. Sin embargo, aunque no tengas suficientes recursos o espacio, decides ayudarlos. ¿Tienes dudas antes de aceptar tomar un caso? ¿Qué es lo que disipa todas las dudas y miedo que puedan existir que te ayuda a salir adelante?
JMR: Es difícil la respuesta, pero te contestaré fríamente. Cuando encuentras a un animal comienzas a publicar en todos lados, preguntas y resulta que nadie quiere ayudarte. Ahí surgen las dudas, como: “¡Chin! ¿Y ahora qué hago?
No tengo dinero, ya no puedo más, ¿Dónde lo meto?”. Eso es lo que piensas cuando se te presenta un rescate casi imposible.
Pero entonces ves el video, la foto. Ves que está sufriendo y muriendo, no puedes ser indiferente a eso, y ahí es cuando entra Dios.
Es cuando hablas con Él y le dices: “Pues va, pero por favor no me dejes solo”. Agarras al perrito y de repente no falta quién te ayude con un hogar, quién te de dinero y quién te eche la mano: es cuando salen los ángeles.
Créelo porque es la verdad, hay que tener muy buen corazón para decir “el perro tiene moquillo, está desangrado, viene en shock, parvovirus; pero no te preocupes, yo te ayudo”. Ahí es cuando sale el ángel.
P: Alrededor del país existen casos muy crueles de maltrato animal. La mentalidad de muchos mexicanos está todavía muy apegada a que los animales “no sienten” y que todo lo que tenga que ver con rescate es una pérdida de tiempo. Los agresores no son sancionados y las personas aún conservan esa creencia. ¿Tienes fe en que tu país algún día despierte para darse cuenta de que tal vez están equivocados? ¿Qué te provoca imaginar un México sin maltrato?
JMR: Me voy a ir a un tema también importante, la maldad humana en contra de humanos. Feminicidios, maltrato a niños ¿cómo puede ser posible que Dios permita todo esto y no intervenga? Pues bueno, esto sucede porque Él nos regaló algo que se llama libre albedrío.
Aquí el planeta Tierra es una escuela, yo no tengo ninguna religión pero creo infinitamente en un creador. Tú no puedes mandar a tu hijo a una escuela y resolverle todo, quitarle lo malo y dejarle todo lo bueno porque no va a aprender, no va a evolucionar. Tiene que haber un balance entre el bien y el mal, Él no puede intervenir, porque tenemos que desarrollar nosotros gracias a esa maldad: la bondad, compasión, el amor y protección hacia los animales y nuestros semejantes.
Esto es una guerra entre el bien y el mal, ¿De qué lado estás? A mí me cuestionan: “¿por qué si hay tanto niño de la calle ayudas a puros perros?”. Entonces yo les pregunto: ¿A cuál fundación perteneces tú? Porque lo que no saben, es que todas esas cantadas en el camión no son solamente para los perros, sino que también para donaciones de albergues de niños y gente necesitada. No me gusta decirlo, me parece muy feo, pero la gente no sabe ni ayuda en nada. Para esas mentes cerradas y obtusas, es una delicia criticar.
¿Mi esperanza de que cambie todo México? Es la ilusión más grande que tengo, y se va a dar porque esto es una bola de nieve que ya no puedes parar. Cada día nacen más rescatistas: la tauromaquia y las peleas de gallos ya van para abajo, al igual que las peleas de perros. No se puede evolucionar ni el planeta va a mejorar hasta que no dejemos de maltratar animales, porque eso nos va a ayudar a dejar de maltratar humanos.
Somos muchos locos, pero no estamos solos, solo dispersos alrededor del planeta. ¡Es hermoso!, lo que plantes vas a recibir. Debemos enseñar lo importante que es una flor… ¡Una mosca! Ayer una de esas cayó en mi lavaplatos, entonces la saqué y ayudé para que secara sus alitas, para que aprovechara su vida porque es muy corta. “¡Seca tus alas y lárgate!” … sentí cómo me dio las gracias con sus nueve corazones.
Una acción por más pequeña que sea tiene una repercusión en el futuro del planeta.
La tarde comenzó cada vez más fría. Chatito estaba contento pero cada vez más cansado de esperar acostado a que la charla terminara; fue entonces cuando decidimos parar un momento y caminar de nuevo por el lugar. Otra leyenda tenía lugar en la pared: “Un día Dios dijo: amarás a tu prójimo… sólo el perro entendió”.
P: Esta casa pasó de ser un lugar en ruinas, a convertirse en una oportunidad para muchos animales callejeros; sin embargo, me imagino que siempre hay límites. ¿Consideras que un rescatista es menos comprometido o “mal rescatista” cuando por alguna razón decide negarse a brindar ayuda?
JMR: Me alegra que toques este tema, porque así como existe la gente buena, también hay gente mala y abusiva. Lamento decirlo de esa manera, pero esa es la palabra.
Tienes que ser objetivo, porque no falta quién se comprometa a ayudarte y al final te deje todo el paquete. Comienzas a hacerte un poco más meticuloso e inteligente para que no abusen de ti. Guías a la persona y le das opciones para que él o ella ayude por su cuenta, no lo estás desamparando y al mismo tiempo, estás prevenido.
Y no, al contrario. No ayudaste porque no quisiste, sino porque no pudiste. Es un suicidio, porque además de que tu ya no puedes, al animal no va a recibir la atención adecuada, estás tan saturado y estresado, que no tendrás tiempo para darle el suficiente amor y apapacho.
P: Regresando un poco a una de tus respuestas, las enfermedades que llegan a padecer muchos callejeros son muy graves. Lamentablemente algunos no logran salvarse. ¿Qué significan estas muertes para ti? ¿Qué impacto han tenido en tu vida?
JMR: (Después de haber respondido las demás preguntas con una suave sonrisa en el rostro, se acomodó en su “asiento”, se puso completamente serio y respiró para seguir hablando) Para mí significa lo peor. Cambiar conciencias y creencias es muy difícil; es frustrante ver cómo incluso gente “de dinero” sigue pensando que sus mascotas son simplemente objetos. ¿Cómo es posible que una señora haya dejado a su perro con un tumor gigante creciendo en su cuello? ¿Hechos unos esqueletos arriba de la casa? Se necesita tener un corazón de piedra para llegar a ese nivel.
Me ha tocado rescatar perritas de sus dueños borrachos y que se burlan de lo que estoy haciendo, pero no importa, me humillo, me rebajo, porque tengo que rescatar al animal para que no muera como los demás. Es frustrante y triste ver que no les importa. ¡Ve la cara de ese animal cuando está sufriendo!… no la vas a olvidar.
Recuerdo cuando llegué a rescatar a una perrita, con un alambre atado al cuello casi cortándole la cabeza: una herida de dos dedos de profundidad. Cuando la abracé, de sus ojos escurrieron lágrimas gigantes de felicidad.
P: México es un gran consumidor de carne productos de origen animal. Personas veganas han intentado hacer que el consumo desaparezca o que al menos se reduzca. Sin embargo, muchos creen que es imposible luchar contra la cultura y las tradiciones. A ti que practicas el veganismo, ¿qué es lo que te provocan estos pronósticos?
JMR: Sé que es difícil dejarlo, porque desde niño te enseñan a comer carne y lo peor de todo, es que siento que es bíblico. Desde el momento en el que te dicen que Jesús comía pescaditos con San Pedro, piensas que está bien porque tu religión te lo permite. Pero insisto, existe algo que se llama evolución. En los tiempos de las cavernas, no había otra opción más que vestir pieles y comer carne; pero al descubrir cosas como el fuego y la agricultura, considero que no hay razones para seguir matando animales. Hay telas sintéticas que protegen muy bien, además de que hay alimentos muy nutritivos hechos sin animales. La carne puede ser incluso muy dañina debido a las hormonas con las que hinchan a los seres vivos.
Aún falta mucho, pero tengo fe en que las personas se den cuenta de que todo eso ya no es necesario. Mi esperanza perdura, no se va a lograr de la noche a la mañana, pero creo fielmente, reitero, en la evolución del ser humano.
P: Juan Manuel, sí en este momento todos en el planeta incluyendo a los animales pudieran escucharte y entenderte, ¿Qué les dirías?
JMR: Que por favor abramos los ojos. (Hubo una breve pausa. Bajó la cabeza y la volvió a levantar, pero ahora con lágrimas en los ojos y un rostro lleno de lo que parecía ser esperanza y tristeza al mismo tiempo). Estamos acabando con el regalo más hermoso que nos dieron. Dios nos dio el planeta para cuidarlo, estamos a un paso de acabar con lo más bonito que nos regalaron: un planeta hermoso. Yo pienso que los animales no necesitarían mis palabras, porque ellos jamás le harían daño al planeta.
Salvar al planeta es lo que yo… –Por un momento se fue el aire de su garganta, y tuvo que volver a empezar. –Lo que yo les diría: nos está gritando para que lo salvemos. Yo te pregunto a ti, ¿Qué huella quieres dejar?
Comprendí que era el final de su respuesta. Nuevamente se disculpó por las lágrimas, a lo que yo respondí “no te preocupes, y muchas gracias por aceptar la entrevista”. Salimos de la casa, nos despedimos, y vi como él y Chatito se alejaban juntos y contentos para dar un largo paseo.
Con información de: La Orquesta