Es recurrente escuchar anécdotas, consejas, cuestionamientos, sobre los túneles de San Luis; mientras unos afirman, otros dudan, y los más prudentes escuchan los argumentos de ambos. El tema no pierde vigencia, y la leyenda cada vez se arraiga más entre los potosinos, extendiéndose la leyenda aún entre las nuevas generaciones.
Nadie en esta ciudad está ajeno a escuchar en algún corrillo, mesa cafetera, barra cantinera, o sobremesa casera, alguna referencia a los famosos túneles; todos en algún momento de nuestra vida hemos escuchado hablar sobre ellos. Siempre se dirá que se sabe de ellos porque un sacerdote amigo, de una familia amiga de la familia, comentó qué, o dejó entrar a ellos –con la consabida promesa de discreción– a un pariente que nos antecedió, el cual lo comentó a algunos quienes a su vez hicieron lo propio con los que nos lo refirieron.
Como sea, entre potosinos la erudición en el tema abunda, y todos se vuelven en algún momento de su vida, especialistas en mayor o menor grado en el referido tema. Todos conocen puntos de acceso, y el recorrido de los mismos; todos han estado a punto de ingresar a ellos, pero algo ocurrió el día que lo harían. Nadie admite réplica alguna, ni contra sus argumentos, ni contra la leyenda; los túneles existen y hay de quien se atreva a dudarlo o poner en crisis la tradición.
Es que la iglesia que todo controla es la principal interesada en guardar el secreto; imagina si esto se supiera de todo lo que nos enteraríamos. ¿A poco no sabes que por allí los frailes metían monjas?, ¿que han sacado de ellos centenares de fetos?, ¿que por ellos trasladaban carretadas de oro y plata que iba a dar a España y al Vaticano?, muchos son de la época de los cristeros, allí se ocultaban. Es más, hay un túnel que va hasta Cerro de San Pedro y otro hasta Pozo del Carmen. El día que gustes vamos, conozco una persona que nos puede meter; claro hay que darle algún dinerito.
Lo cierto es que la mayoría de los que dicen este trillado manojo de afirmaciones, en el orden que ustedes gusten, se cierran a todo tipo de razonamientos que vayan encaminados a hacerlos pensar distinto o a presentar algún argumento que busque hacerles reflexionar. Está prohibida la disensión y el expresarla, sería tanto como un encontronazo entre chairos y derechosos.
La leyenda de los túneles que atraviesan el actual centro histórico de la ciudad de San Luis Potosí, surge en 1934, cuando Ignacio Medellín Espinosa publica su libro Leyendas potosinas, impreso por los talleres del periódico Acción; antes de éstas, ningún historiador o literato, hizo mención o referencia alguna, al tema de los túneles. Agustín Vera, quien en 1941 publicó sus Tradiciones Potosinas, a pesar que podía sacar raja del tema, por la cercanía del dicho, lo pasó por alto y se dedicó a rescatar verdaderas leyendas.
Así, la obra de Medellín, redactada seguramente bajo la inspiración de su perpetua y simpática dipsomanía, al paso de algunos años se convirtió en la leyenda más referida de todas las que han circulado en estas tierras con las que se hizo el jarro de Juan. Porque no era de Dolores ni San Miguel, la tierra fue recogida de una de las márgenes del río Santiago; yo, evidentemente no lo vi, pero sé que José María, abuelo de la bisabuela Cecilia, tenía un tendajón frente a la alfarería del que le vendió el jarro.
Lo cierto es que ni los cronistas como Basalenque o Arlegui; ni los historiadores decimonónicos como Ciriaco Iturribarria, Francisco Macías-Valdés, Francisco Peña, Manuel Muro, Antonio y Florencio Cabrera, o Primo Feliciano Velázquez, se ocuparon de ellos; y ya bien entrado el siglo XX, los que se pudieron ocupar del tema, simplemente lo pasaron por alto, porque no valía la pena.
Así, Octaviano Cabrera, Nereo Rodríguez Barragán, José Francisco Pedraza, Alejandro Espinosa Pitman, o Salvador Penilla, ninguna importancia le dieron a la leyenda que vieron nacer. Mención aparte merece Rafael Montejano y Aguiñaga, quien en una bien sustentada serie de artículos, publicada en el suplemento dominical Presencia de San Luis, hacia 1984, echó por tierra la falacia a la que nos venimos refiriendo.
Habrá quienes digan, por la malquerencia que el nombre sigue generando, que Montejano hizo, dijo, acaparó u ocultó, y bueno, cada quien, no obstante lo escrito en ese impecable texto es irrefutable bajo cualquier perspectiva y desde el ángulo que sea. Bueno sería que lo buscaran, lo leyeran y después opinaran.
De cualquier forma he de decirles, por aquello de las monjas que en tiempos de la colonia metían los frailes a los conventos, que por disposición real, y en atención a la protección jurídica a personas, las fundaciones femeninas estuvieron prohibidas en reales mineros y puertos. Las primeras monjas que se establecieron en San Luis, llegaron durante el obispado de don Miguel de la Mora, es decir, en la década de 1930.
Consideren además, que los templos de San Luis Potosí, obedecen a temporalidades distintas, por tanto, era imposible comunicarlos simultáneamente; pensemos en el templo de San José concluido a fines del siglo XIX, o el del Saucito concluido en la década de los treinta, del siglo XX.
¿Cómo excavar hasta Cerro de San Pedro o Pozo del Carmen con las rústicas herramientas de golpe y sudor que en esos años se conocían? No lo sé, pero es posible que hubieran recibido ayuda extraterrestre.
Dejémonos de tonterías, los túneles no existen, es una simple leyenda no exenta de atracción y misterio, revivida por Marianito Aguilar en su librito azul de leyendas, quién hasta tuvo la buena puntada de obsequiarnos el plano; esto, en la actualidad sirve para que algunos vivales que se hacen pasar por guías o especialistas en historia potosina, estafen a potosinos despistados e inocentes turistas, ofreciéndoles espectaculares recorridos dentro de ellos.
No digo nada nuevo, en San Luis Potosí todo es subterráneo y misterioso, anden ustedes a saber cómo se dan los acuerdos entre legisladores o en el equipo del futuro delegado federal; entre el casi saliente oficial mayor y algunos priístas históricos; entre los titulares de ambos palacios; o entre alcaldes de municipios conurbados; entre directores de escuela, encubridores y secretarios de educación abúlicos; entre profesores de facultades universitarias que acosan alumnas y sus directores.
Una cosa es cierta, una gran cantidad de potosinos esperan que el actual alcalde actúe penalmente contra su antecesor, sin embargo pese a lo que se diga, y las esperanzas que genere el bufete jurídico contratado para llevar el caso, creo que todo quedará en una cauda de buenas intenciones. No es que dude de la buena voluntad y afanosos empeños de Nava, pero sí de la falta de iniciativa de gobernador y fiscal. No dudemos que todo se llevará en arreglos subterráneos y acabará igual que los casos Labastida y García Valdés.
Por cierto, sería conveniente que muchos de los actores políticos de primer nivel dejaran de almorzar en el Rendez Vou, el oído es agudo, las mesas son muy cercanas y sus rostros muy conocidos.
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social; disfrútenlo pero no se excedan. Yo, me guardo para mañana.
Con información de: El Pulso SLP