Una de las leyendas de San Luis Potosí más emblemáticas y más aterradoras para muchos, sobre todo porque ocurrió en los años ochenta y al parecer todo fue verídico.
La historia cuenta que un taxista de nombre Abel Morales se encontraba trabajando en el turno de noche durante el mes de noviembre. Él ya había trabajado más de 5 horas pero estaba dispuesto a subir un último pasaje por lo que cerca de las dos de la mañana y a escasos metros del Cementerio del Saucito una mujer vestida de negro como si hubiera asistido a un funeral le hizo la parada.
La mujer se encontraba vestida todo de negro y sin embargo se veía muy elegante, la cual le pidió de favor que la llevará a cada uno de los templos de los Siete Barrios, el taxista se extrañó y es que alguien que pida una cosa así y a esas horas de la noche le pareció muy raro. No se reservó y le comentó a la mujer que lo más seguro es que ningún templo estuviera abierto a esa hora, pero ella insistió que la llevara pues sólo iba rezar a las afueras de cada uno.
El taxista aceptó el trabajo e inició por llevar a la primera iglesia la cual era el Templo de San Francisco. A pesar de que el hombre intentaba hacer platica, la mujer no respondía en nada, siempre callada y sería por lo que el entendió que se encontraba muy apurada en cumplir con ese trabajo. En cada uno de los templos la mujer se ponía de rodillas de frente y rezaba por unos minutos para regresar al carro.
Al final la mujer le pidió a Abel que la llevará al mismo lugar donde la había recogido, cerca del Cementerio del Saucito. Tras dejarla en su destino final la mujer le comentó que no tenía dinero para pagarle, pero que en cambio le daría una carta y una cadena de oro para que se la entregara a su hermano el Lic. Mario Palomares, quien además le pagaría. Abel se molestó mucho por el viaje que realizó y la falta de pago pero su cansancio era tanto que no le quedó otra que aceptarse e irse a dormir.
A pesar de lo cansado que se encontraba, Abel no podía conciliar el sueño y es que ese extraño suceso con la mujer lo tenía dando vueltas por la cama. Al día siguiente acudió al despacho del Lic. Mario Palomares a quien le entrego la carta y la cadena, además de contarle la extraña historia. El Licenciado aceptó la cadena y leyó la carta para al final aceptar hacer el pago, pero mientras le entregaba el dinero le señaló a Abel que era importante confesarle que la medalla y la carta pertenecían a su hermana Socorro, quien habría muerto hace más de dos meses. Abel quedo perplejo y decidió no aceptar el pago.
Los días siguientes el taxista no podía conciliar el sueño debido a lo sucedido, hasta según cuenta murió al mes de los hechos.
Notas:
- Algunas personas, entre ellas historiadores aseguran que el taxista existió y que efectivamente murió tras lo ocurrido.
- Se dice que hubo un segundo taxista al que le sucedió los mismo o algo similar y que incluso aún vive, pero no se ha podido confirmar el dato.
Con información de: Metrópolis San Luis