Pamela López quiere ser ingeniera computacional. Lo que se interpuso entre la chica de 16 años y su aspiración fue el examen de la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems). La prueba, según los expertos, es un parteaguas que desfavorece a las personas que no tienen acceso a buenos centros de educación. Las opciones a esa edad son aprobar para seguir los estudios o empezar a trabajar. Claudia Sheinbaum lo quiere eliminar. Pero la supresión del ejercicio que regula la oferta y la demanda de los bachilleres en el Valle de México es insuficiente para evitar que solo uno de cada cuatro mexicanos llegue a la Educación Media Superior.
El examen del Comipems regula desde 1996 el acceso de los estudiantes que han acabado la secundaria a las escuelas conocidas como prepas o vocacionales, que preceden a la universidad. El licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública José Ojeda Bustamante asegura que la prueba fue creada con el propósito correcto. “El Comipems sirvió, contuvo la gran demanda y dio cierta certidumbre a los que salían de secundaria. Pero ese esfuerzo ahí se quedó”, explica el experto.
Pamela López se presentó el año pasado al examen. Tuvo 75 aciertos en las 128 preguntas de la prueba. Estuvo a tan solo cinco de poder entrar al Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecyt) Nº 8 del Instituto Politécnico Nacional (IPN). La politécnica es una de las 14 instituciones que conforman el Comipems, que en total cuenta con 458 escuelas de Educación Media Superior en la Zona Metropolitana del Valle de México. “Escogí doce opciones, pero solo quería el poli (IPN) o la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), porque se supone que son las que tienen más prestigio. El poli porque sales de la prepa y ya puedes empezar a trabajar y la UNAM porque tiene el pase directo a la universidad”, explica Pamela.
Como en el caso de Pamela, tanto el IPN como la UNAM son las prepas preferidas por los alumnos que quieren llegar a la universidad. El problema es que ambas instituciones solo suman 55.000 plazas para los más de 280.000 alumnos que cada año hacen la prueba. Para Ojeda Bustamante aquí comienza el problema de la desigualdad de oportunidades. “Las condiciones de las secundarias son completamente desiguales. Estás generando una autopista directa para los estudiantes con escuelas con mejores condiciones de infraestructura y profesorado”, explica.
En casa de Pamela, en Naucalpan (Estado de México), las cosas no fueron muy bien el año pasado antes del examen. “Hubo problemas familiares que siento que me hicieron bajar el nivel y la autoestima”, recuerda la adolescente. Tras el batacazo, sus padres la animaron para volver a presentarse este año. En 2024 la adolescente se ve más preparada para entrar a la escuela que quiere. Ha estudiado de lunes a viernes desde que suspendió.
Leonardo Hernández, a sus 15 años, está recién egresado de la secundaria, que cursó en Iztapalapa. El chico ha hecho este año la prueba de acceso al bachillerato y espera las notas, que saldrán el próximo 9 de agosto. Fue autodidacta, porque a través de cursos de YouTube aprendió lo que necesitaba para la prueba, que cree injusta. “Yo no sabía del Comipems hasta tercero de secundaria, y cuando me enteré pensé que para que me había esforzado todos estos años”, explica Leonardo. Pamela, igual: “Una calificación no te define ni como persona ni lo que sabes. Me gustaría que el Comipems se basara en el promedio que sacaste de secundaria, porque ahí sí se ve qué desempeño tienes en las materias”.
Claudia Sheinbaum, la presidenta electa que tomará los mandos de México a partir del 1 de octubre, ha asegurado que eliminará el examen. “A un joven, un adolescente que sale de la secundaria y le dices: ‘Tienes que presentar un examen de admisión y dependiendo de la calificación que tengas, te vamos a mandar a una u a otra preparatoria’. Ya desde ahí, desde los 15 años, estás diciendo que hay buenas escuelas y hay escuelas no tan buenas”, ha argumentado para defender su posición.
La futura mandataria quiere trabajar con el IPN y la UNAM para ampliar la oferta de la Educación Media Superior y que cada alumno estudie en el bachiller más cercano a su casa. Leonardo Hernández quiere acceder la UNAM. “Pero entraría en otra, aunque no fuera mi opción”, explica el adolescente de 15 años. El año pasado, como en el caso de Pamela, unos 30.000 de los más de 280.000 alumnos que se presentaron al examen del Comipems se quedaron fuera de la preparatoria en el Valle de México. Únicamente 74.867 consiguieron entrar en su primera opción y 174.497 entraron en sus otras 19 opciones.
La erradicación del examen no basta para Ojeda Bustamante. “Le tienes que meter recursos financieros e infraestructura [a los bachilleres]. Los esfuerzos se enfocaron en primer término en la educación primaria, luego en la secundaria, para mejorar los indicadores de nivel de estudios [en México]. Las instalaciones de media superior son las que más requieren de atención”, explica el experto. El problema no solo existe en el Valle de México. De los 120 millones de mexicanos, solo 21 millones han estudiado el bachillerato, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Atrás quedan las clases más vulnerables. “Un alumno que está en una zona marginada y con menos infraestructura educativa está destinado a seguir ahí”, explica el experto en educación. Para solucionarlo, Ojeda Bustamante propone una modificación del Comipems, que prefiere a su eliminación. “No solo basarse en el examen, sino también en otros elementos adicionales. El examen deberá tener un valor del 50%, pero además el 30% va a ser la calificación de la secundaria y el otro 20% tendría que ser de lo que representa la parte socioeconómica de la región del estudiante”, explica el experto.
La teoría de Ojeda Bustamante también aboga a las universidades a crear cupos para personas en situaciones de vulnerabilidad económica. Para muchas familias que su hijo siga en la preparatoria supone un dilema. “El estudiante que está entrando a la Educación Media Superior se vuelve un desafío para la familia. O la oportunidad de ingresar a la Educación Media Superior o mejor lo pones a que genere ingresos para la familia”, argumenta el experto.
“Algunos de mis amigos no querían ni entrar a la prepa. Querían terminar secundaria para empezar a trabajar”, explica Leonardo. Pamela tuvo la suerte de que sus padres la apoyaron para volver a prepararse al examen que la frenó durante un año. “Decaí. Me daba ansiedad por pensar: ‘¿Y si no me quedo?’. La presión del examen es muchísima, porque es algo que va a definir tu futuro”, explica. Un futuro que a veces se rompe a los 15 años en muchos hogares de México.
Con información de El Paìs