Marcelo Ebrard rechaza tajantemente ser el “supersecretario” del gabinete de Andrés Manuel López Obrador y aspirar a invadir las atribuciones de otras dependencias federales, al tiempo que reitera que no habrá concesiones en la negociación de esta semana con Estados Unidos, que insiste en hacer de México un “tercer país seguro”.
En entrevista con Proceso, Ebrard, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), adelanta que confía en que el mencionado diálogo en Washington esté libre de amenazas de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, porque el gobierno mexicano ha conseguido reducir el flujo migratorio hacia Estados Unidos. “Si comparamos mayo con los últimos días de agosto, hay una reducción de aproximadamente 60%”, expone.
Este martes 10 Ebrard encabezará el equipo mexicano para hacer la segunda revisión de los 45 días del acuerdo migratorio alcanzado con el gobierno de Trump el pasado 7 de junio, el cual evitó el castigo arancelario a las exportaciones del país a cambio de aceptar la contención del flujo de centroamericanos indocumentados.
Del 7 de junio a la fecha, bajo la supervisión de la SRE se desplegaron en las fronteras norte y sur del país miles de efectivos de la Guardia Nacional y agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) para contener a los migrantes.
El hecho de que la SRE se encargue de la estrategia, en la que participan también las secretarías de Gobernación y Seguridad Pública, genera polémica en los círculos políticos y periodísticos, donde se ha señalado a Ebrard como un “supersecretario”.
“Para nada. No –se apresura a contestar el canciller–. El presidente creó una comisión intersecretarial y no tengo yo ninguna intromisión en la Secretaría de Gobernación que no sea la de coordinarme con el titular del INM. Por fortuna tengo muy buena relación con la ministra (Olga) Sánchez Cordero y tengo un buen nivel de apoyo de los diferentes funcionarios que intervienen.
“No aspiro a invadir las acciones de las otras secretarías, sino a cumplir con la función que se me dio, que es una comisión intersecretarial para facilitar la coordinación de muy diversas dependencias en aras de un objetivo: tener los mejores resultados posibles en este campo y en todo lo que se pueda sin tener confrontaciones o fricciones con Estados Unidos.”
Esta relación bilateral entra en la cartera de la SRE y, aunque los asuntos migratorios deberían ser de incumbencia de Gobernación, estratégicamente López Obrador le asignó a Ebrard la complicada tarea de resolver los caprichos electorales con tinte político con los que Trump contaminó al tema de la migración.
“Lo mismo tendría que estar presente en lo que me requiera el secretario de Seguridad Pública en materia de seguridad o de tráfico ilícito de estupefacientes, o en otros temas que puedan ser temas bilaterales. Eso no significa que el secretario de Relaciones Exteriores esté invadiendo secretarías o tomando poderes extraordinarios. La SRE tiene que ver con una parte coadyuvante, sobre todo en lo que hace a la relación con Estados Unidos.
“También estamos participando con Economía en la negociación del acuerdo con la Unión Europea, que ya está a punto de concluirse, pero eso no quiere decir que estoy invadiendo, simplemente es la función del secretario, de la secretaría.”
–¿Han tenido algún encontronazo los miembros del gabinete en alguna reunión con el presidente López Obrador? –se le pregunta.
–Por fortuna no. Con este tema no hemos tenido ningún encontronazo. Hemos procurado trabajar en conjunto con los que forman parte de la comisión y debo decir que tanto la Secretaría de Gobernación, su titular, como la Secretaría de Seguridad Publica, como la Guardia Nacional, que ha acudido a las reuniones, todos han participado con una buena disposición. No he tenido ninguna experiencia de confrontación hasta el día de hoy.
Este martes 10, en la Casa Blanca, Ebrard hará frente a la terquedad de Trump, quien pretende obligar al gobierno de AMLO a asumir la responsabilidad de controlar el flujo migratorio centroamericano que aspira a obtener asilo en Estados Unidos por razones económicas y de seguridad.
“La posición de Estados Unidos desde el 7 de junio estaba en dos cosas; aplicar tarifas a partir del 11 de junio, o si nosotros aceptábamos que México fuese ‘tercer país seguro’ (TPS), que desde el principio de este gobierno no hemos aceptado ni aceptaremos”, explica el canciller en la entrevista telefónica.
Con la llegada de miles de centroamericanos a la frontera sur de Estados Unidos, después de cruzar el territorio mexicano, Trump declaró en su país un estado de emergencia migratoria. En consecuencia, impuso medidas extremas e inhumanas a lo largo de la frontera con México, cerró parcialmente los puentes transfronterizos, separó a menores de edad de sus padres inmigrantes indocumentados y los encerró en jaulas. Pero además Trump amenazó con imponer aranceles a los todos los productos mexicanos.
La gravedad del caso doblegó al gobierno federal, que comenzó a bloquear a los migrantes centroamericanos el ingreso a los puentes fronterizos de Estados Unidos, convirtiéndose de facto en una especie de agencia migratoria del país vecino.
Presión humanitaria y política
La presencia de miles de migrantes en México provocó dificultades humanitarias, lo que tuvo el efecto que Washington esperaba: el 7 de junio pasado la SRE firmó el acuerdo por el cual aceptó retener a los centroamericanos solicitantes de asilo en Estados Unidos mientras se resuelven sus casos, lo cual puede tardarse meses o años. México se transformó indirectamente en un TPS.
“Se veía muy difícil lograr una salida para México que no estuviese en esas dos cosas, o bien aceptar que nos impusieran las tarifas, que tenían un impacto económico muy grande, o aceptar el TPS como la única posibilidad para resolver el conflicto en ese momento”, comenta el secretario.
Y considera que las medidas regulatorias del gobierno mexicano dieron un “buen resultado”, pues el flujo de centroamericanos sin documentos ha disminuido.
En las últimas semanas, en declaraciones a la prensa y en su cuenta de Twitter, Trump felicita constantemente al gobierno de López Obrador por hacer bien su trabajo en la contención del flujo migratorio desde Centroamérica, lo cual no es bien visto por una parte de la sociedad civil y de los círculos políticos mexicanos, porque viene de un presidente que ha sacado provecho electoral y político a su caracterización de los mexicanos como criminales, violadores y narcotraficantes.
Cifras del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos (DHS) corroboran que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha dado el resultado que esperaba Trump, lo que prácticamente garantizaría que en la reunión de esta semana no habrá amenaza de aranceles.
El 1 de junio pasado el DHS reportó un promedio de 4 mil 156 aprehensiones diarias de inmigrantes indocumentados en la frontera sur de Estados Unidos. El 8 de junio, un día después de la firma del acuerdo en el Departamento de Estado, la cifra era de 3 mil 880 aprehensiones diarias. A un mes, el 6 de julio, ya estaban en 2 mil 654 y hasta el pasado 24 de agosto la cifra fue de mil 879, es decir, disminuyó 54.8%.
Al preguntarle al canciller si México le está haciendo el trabajo sucio a Trump y por lo tanto es un TPS de facto, contesta rápidamente:
“Entonces habría que preguntarnos por qué Estados Unidos presionó tanto para lograr el tercer país seguro, si ya lo es México, pues sólo que estén profundamente equivocados y no sean inteligentes.
“El plan era que México lo aceptase y lo firmase, y asimismo con Guatemala y otros países de Centroamérica. Si eso es así, la pregunta es por qué un país tan poderoso tendría que malgastar su presencia política y peso para luchar por algo que ya tiene o que no es importante.”
Ebrard indica que un compromiso de ser TPS implica obligaciones jurídicamente vinculantes. Con ello, México debería estar haciéndose cargo de todas las personas que soliciten asilo o lo busquen en Estados Unidos. “Ahorita tenemos personas de Camerún, del Congo o de otros países de África que llegan y pretenden que México les ayude a llegar a Estados Unidos para pedir asilo. Si fuéramos TPS estas personas resolverían aquí mismo su solicitud, no en Estados Unidos.
“Entiendo la motivación política de quien dice que es lo mismo, pero carecen de razón en este caso. Lo que puede evaluarse claramente es que sigue siendo una prioridad para Estados Unidos, insisten en que ese es el camino.”
–¿La posición de México es inalterable?
–La posición nuestra es que no se va a hacer. Le consulté al Senado de la República la posición de las diferentes fuerzas políticas respecto a este tema, en previsión de que se vuelva a tocar el tema el día 10. El Senado me respondió que todas las fuerzas políticas coinciden de que no se acepte –responde el encargado de la relación bilateral.
La estrategia mexicana
Si en el encuentro de la Casa Blanca Trump machaca en que sólo dejará en paz al gobierno mexicano si acepta ser TPS, además de que haya disminuido extraordinariamente el flujo de migrantes centroamericanos, la posición de México es que Washington cumpla su compromiso con el Plan de Desarrollo Integral de la región que ya está en marcha.
Ebrard adelanta a Proceso el objetivo que se autoimpuso el gobierno de López Obrador para los próximos meses:
“Estaremos haciendo un esfuerzo por crear 60 mil empleos en ocho meses. Es una gran apuesta, lo sé, pero queremos demostrar que esos 60 mil empleos se van a traducir en que muchas personas que por razones de pobreza se van a Estados Unidos dejen de hacerlo. Ese plazo no es uno que yo haya acordado con Estados Unidos; nosotros mismos nos lo dimos, los tres países en referencia, con El Salvador y Honduras.
“Guatemala tiene un nuevo presidente electo y nos vamos a reunir con él, pero todavía no tenemos un compromiso específico con Guatemala. Se lo vamos a plantear. El presidente López Obrador va a conversar y a saludar al presidente electo de Guatemala. No tengo la fecha. La reunión será en México.”
–¿Qué le va a plantear el gobierno de AMLO a Trump esta semana?.
–La estrategia mexicana ha estado funcionando y dando resultados. Ahora nos interesa que Estados Unidos se comprometa y participe en lo que nosotros prometimos. Vamos a crear 60 mil empleos. ¿Estados Unidos cuántos empleos va a crear, cuánto van a costar y cuánto van a poner?
“Ellos anunciaron 5 mil 800 millones de dólares el 18 de diciembre de 2018. De eso, lo que nosotros sabemos que se ha invertido hasta este momento quizá rebase los 150 millones de dólares; es decir, estarían invirtiendo alrededor de 10% de la suma comprometida. La pregunta es: ¿qué debemos hacer o qué se puede hacer para que el 90% restante comprometido se ejerza en 2020? Por ahí va a ser nuestra conversación.”
A 14 meses de los comicios generales en los que pretende reelegirse, Trump volvió a hacer de la migración su bandera proselitista para repetir el 3 de noviembre del próximo año el triunfo que obtuvo en noviembre de 2016.
A como dé lugar, el presidente de Estados Unidos quiere cumplir sus promesas de campaña, hasta ahora postergadas: amurallar la frontera con México y que el gobierno mexicano asuma el costo de la edificación, deportar a todos los migrantes indocumentados y restringir la migración legal. A la fecha Trump no ha logrado ninguno de estos propósitos por la intervención de las cortes federales y a causa de la oposición demócrata en el Congreso, que con Nancy Pelosi a la cabeza domina la Cámara de Representantes.
Al abordar el asunto del muro, Ebrard retoma el lenguaje de AMLO: “Tenemos la opinión de que los puentes son siempre mejores que los muros, pero entendemos que es una estrategia electoral de campaña en Estados Unidos. No queremos ser parte de ese debate”.
En cambio, dice, la SRE insistirá en el Plan de Desarrollo Integral: “Nos importa muchísimo que se puedan crear empleos; si Estados Unidos invirtiese en la misma proporción que lo está haciendo México, de acuerdo al tamaño de cada economía, se tendrían más o menos en el orden de 1 millón 200 mil empleos. Si México va a crear 60 mil, Estados Unidos podría crear, con un esfuerzo proporcional al nuestro, tal vez hasta 1 millón, por la diferencia de tamaño de las dos economías”.
No obstante, en la temporada electoral de Estados Unidos también está involucrado el futuro del Tratado de Comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). Los demócratas del Capitolio han retrasado la ratificación de ese acuerdo y el futuro de éste es incierto. Reemplazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con el T-MEC es otra de las asignaturas pendientes de Trump para su base electoral, pero Pelosi podría evitar que el multimillonario se reelija a costa del comercio trilateral.
Ebrard no responde directamente cuando se le pregunta si la expectativa del gobierno mexicano es que el T-MEC sea ratificado por el Congreso federal estadunidense antes de las elecciones del 3 de noviembre de 2020:
“Hay muchos elementos para tener un optimismo razonado en virtud de que hay temas de preocupación dentro de la bancada demócrata, pero pensaría que el grado de avance con los puntos es muy amplio. La principal materia, la laboral, ya se aprobó; ya se les presentó la hoja de ruta. Por ello podría decir que podemos ser optimistas razonablemente.
“Ahora, siempre hay un asunto que se llama decisión política. Esa no la conocemos al final del día y la tomará la líder de la Cámara de Representantes con su equipo. En este momento no podemos saber qué va a decidir en función de las realidades políticas y electorales. Eso es un paréntesis necesario, pero México ya hizo todo lo que debía hacer; ya está en manos prácticamente de los demócratas.”
Al cierre de esta edición, la SRE aún no había pedido cita con Nancy Pelosi para que Marcelo Ebrard se encuentre con ella aprovechando su visita a Washington. En tanto, la cancillería estaba pendiente de la definición del horario y de la logística para la reunión en la Casa Blanca, lo que dificultaba la gestión del encuentro con la enemiga política número uno de Donald Trump.
Con información de Proceso