Casi 900 niños en la pequeña ciudad pakistaní de Ratodero quedaron postrados en cama a principios de este año con fiebres intensas que no respondían a los tratamientos. Los padres estaban desesperados, y todos parecían conocer a una familia con un niño enfermo.
En abril se detectó la causa y el diagnóstico resultó ser devastador: la ciudad era el epicentro de un brote de VIH que afectaba de manera abrumadora a los niños. Los funcionarios de salud en un principio culparon a un solo pediatra por el brote, pues dijeron que estaba reusando jeringas.
Desde entonces, alrededor de 1100 ciudadanos han dado positivo en pruebas para detectar el virus, es decir, uno de cada 200 residentes. Casi 900 de ellos son menores de doce años. Los funcionarios de salud creen que las cifras reales probablemente son mucho más altas, pues solo una fracción de la población se ha sometido a las pruebas hasta ahora.
Gulbahar Shaikh, el periodista local que reveló en abril la noticia de la epidemia a los residentes de su ciudad y al país, observó cómo sus vecinos y familiares iban a las clínicas a hacer fila para realizarse la prueba.
Cuando los funcionarios fueron a investigar a Ratodero, descubrieron que muchos de los niños infectados habían visitado al mismo pediatra, Muzaffar Ghanghro, quien atendía a las familias más pobres de la ciudad y parecía estar en el epicentro del brote.
Shaikh sintió pánico; se trataba del pediatra de sus hijos. De inmediato llevó a su familia a que les aplicaran la prueba, y se confirmó que su hija de dos años tenía el virus que causa el sida.
“Fue devastador”, dijo Shaikh, un periodista televisivo de 44 años en Ratodero, una ciudad de 200.000 habitantes cuyos residentes se encuentran entre los más pobres de Pakistán, con altas tasas de analfabetismo.
Ghanghro era la opción más barata de la ciudad, pues les cobraba veinte centavos por consulta a los muchos padres que aquí ganan menos de 60 dólares al mes.
El pediatra atendió a los seis hijos de Imtiaz Jalbani, cuatro de los cuales contrajeron VIH. Los dos menores, Rida, de catorce meses, y Sameena, de tres años, murieron.
Jalbani, un obrero, se sintió alarmado cuando vio que Ghanghro buscó en la basura una jeringa para inyectar a Ali, su hijo de seis años, que también está infectado con el virus. Cuando Jalbani se quejó, señaló, Ghanghro le respondió enfurecido que estaba usando una jeringa usada porque Jalbani era demasiado pobre para pagar una nueva.
“Dijo: ‘Si no quieres mi tratamiento, ve con otro médico’”, comentó Jalbani. “Mi esposa y yo tuvimos que matarnos de hambre para pagar los medicamentos”.
Ghanghro fue arrestado y acusado por la policía de negligencia, homicidio involuntario y provocar daños no intencionados. Sin embargo, aún no lo han sentenciado. En una entrevista con The New York Times, Ghanghro insistió en que es inocente y en que jamás ha reusado jeringas.
El pediatra hace poco renovó su certificado médico y ahora trabaja como doctor de cabecera en un hospital del gobierno en las afueras de Ratodero, a pesar de que las leyes señalan que reusar jeringas es un delito sin derecho a fianza.
Los funcionarios de salud ahora dicen que es poco probable que Ghanghro sea la única causa del brote. Los visitadores sanitarios observaron muchos casos de médicos que reúsan jeringas y agujas intravenosas. Los barberos usan la misma navaja para afeitar a varios clientes, dijeron, y los dentistas rurales atienden a los pacientes en las aceras con utensilios que no están esterilizados.
Ese tipo de prácticas poco higiénicas se observan en todo Pakistán y quizá son la causa principal de las tasas en aumento de infecciones de VIH en el país, de acuerdo con funcionarios de salud. No obstante, Ratodero es una ciudad tan pobre que es probable que ese tipo de prácticas sean mucho más comunes, pues los residentes batallan para que les alcance el dinero y escatiman siempre que pueden.
En un principio, el gobierno se tardó en responder al brote de Ratodero y apenas tenía los recursos para hacerles pruebas a los residentes y tratar a los enfermos. Equipos de trabajadores internacionales de salud de varios países vinieron a la ciudad a prestar ayuda y la Organización Mundial de la Salud donó cientos de kits de pruebas.
Se montaron centros para realizar las pruebas en edificios de gobierno y decenas de carpas amarillas aparecieron por toda la ciudad para atender a todos los residentes aterrados que querían hacerse la prueba.
Aun así, luego de que menos de un cuarto de la población de la ciudad se ha hecho la prueba del virus, los funcionarios temen que el número real de infectados sea mucho mayor a los 1112 confirmados hasta ahora.
El brote en Ratodero refleja un repunte nacional de casos de VIH, a pesar de un declive global de nuevas infecciones.
De 2010 a 2018, el número de personas cero positivas en Pakistán casi se duplicó, hasta alcanzar la cifra aproximada de 160.000, de acuerdo con cálculos de ONUSIDA, el equipo de trabajo de las Naciones Unidas que se especializa en el VIH y el sida. Durante ese periodo, el número de infecciones nuevas aumentó un 38 por ciento en las personas de quince a veinticuatro años.
Es probable que la cifra real sea más alta; gran parte de la población no se ha sometido a la prueba, mientras que solo el diez por ciento de las personas que se cree que son seropositivas están recibiendo tratamiento.
El país invierte muy poco dinero en sus esfuerzos para frenar el VIH y el sida, y casi depende por completo del apoyo de otros países para sus programas, ya sea para obtener financiamiento con el fin de tener empleados en los centros de pruebas o proporcionar medicamentos retrovirales para combatir el virus.
“Debido a que hay muchas otras prioridades, el VIH y el sida no están en los primeros lugares de la agenda del gobierno”, dijo Maria Elena Filio-Borromeo, directora de ONUSIDA para Pakistán y Afganistán.
Desde 2003, ha habido ocho brotes de VIH en Pakistán. Y Ratodero ya había sido el sitio donde surgió uno: en 2016, un brote afectó a 1500 hombres que habían tenido relaciones sexuales con prostitutas que portaban el virus, dijeron funcionarios.
Sin embargo, el brote de este año en Ratodero es el primero en el que los niños han sido las víctimas más afectadas a una escala tan grande, dijo Filio-Borromeo.
Para frenar el brote, las autoridades pakistaníes comenzaron a cerrar las clínicas de médicos no calificados y los bancos de sangre ilegales en mayo, muchos de los cuales estaban reusando jeringas. No obstante, meses después, algunas de esas clínicas volvieron a abrir, dicen los lugareños.
“Hasta que no detengan a estos médicos, barberos y dentistas poco profesionales, el número de incidentes de infecciones de VIH seguirá aumentando”, dijo Imran Akbar Arbani, un médico local, que le informó a Shaikh y a las autoridades gubernamentales sobre el brote.
En febrero, Arbani comenzó a darse cuenta de que decenas de niños llegaban a su consultorio con fiebres persistentes, desde recién nacidos hasta niños de ocho años.
“En Pakistán, el gobierno no actúa a menos que haya un alboroto nacional provocado por la cobertura de los medios”, comentó Arbani, y explicó que, en cuanto se dio cuenta de la escala de la infección, se apresuró a decírselo a Shaikh.
Por lo menos 35 niños han muerto en la zona desde el 25 de abril, de acuerdo con Arbani.
Con información de The New York Times