Un viaje por las cuatro regiones geográficas del país y sus usanzas para celebrar el Día de muertos propone el escenógrafo mexicano Vladimir Maislin Topete en la mega ofrenda del Zócalo capitalino, que se inaugura hoy. Cuatro modos tradicionales de recordar a los seres queridos que responden al entorno social, la historia y las costumbres.
Sobre la plancha del Zócalo, Maislin diseñó una estructura a manera de rosa de los vientos. En cada punto cardinal –norte, sur, este y oeste- montó un altar de muertos según la tradición de esa región. Así, ofrece al público un trayecto desde Sonora, pasando por Michoacán y la Huasteca, hasta llegar a Yucatán. Y si bien la esencia es hacer memoria de los fallecidos, cada estación tiene elementos identitarios.
La idea es descubrir la diversidad cultural mexicana: “Quería que la gente pudiera ver qué no hay una sola manera de celebrar; lo que conocemos en el centro es una cosa muy reducida del universo de costumbres y elementos simbólicos”, dice de la instalación, titulada Altar de altares.
Si se mira desde el cielo, la instalación forma una rosa y el norte corresponde a Sonora, el sur a Yucatán, el este retoma Michoacán y el oeste la zona Huasteca. Alrededor de la estructura central se colocarán 32 coronas de flores, cada una con una fotografía de la celebración de los estados del país, y un altar central donde el público podra dejar mensajes.
Del Norte, detalla, tomó la tradición de la cultura mayo y yaqui. Los pobladores de estas comunidades suelen colocar una estructura al aire libre con palos de mezquite y carrizo, sobre el que ponen comida, fruta y retratos de sus fallecidos. Debajo del tapanco clavan una cruz. Lo interesante de la base de madera es que antes de la llegada del cristianismo, la usaban para cremar los cuerpos.
En el Sur, el artista retomó la tradicional Hanal Pixán o celebración de los muertos de los mayas, que aún se usa en Yucatán. Incluye un altar con muchos elementos en color verde como hojas de plátano, una combinación con objetos simbólicos de la cultura prehispánica y una cruz verde en representación de Cristo al tiempo que recuerda el árbol sagrado de los mayas.
El Este se presenta con un altar de Michoacán, en específico de la localidad Cuanajo, caracterizada por llevar los alimentos, frutas y demás adornos sobre el lomo de un caballo de madera que simboliza el animal que acompaña a los muertos durante su camino al otro mundo. Este objeto sólo se coloca en la ofrenda dedicada a las personas fallecidas en ese año, no es para los muertos del pasado.
Finalmente, en la zona Oeste, el artista recrea el altar en forma de arco, una tradición propia de la región huasteca. Se trata de una ofrenda colgante a manera de puerta hacia el inframundo, y detrás de ésta aparece una mesa de un solo nivel con la foto del difundo e imágenes religiosas.
Con información de El Heraldo de México