No hay nada más estresante para un animal que está en la cúspide como el águila imperial que ser manipulado por humanos. Sin embargo, el creciente calentamiento les genera aún más estrés, hasta el punto de comprometer su sistema inmunitario.
Una investigación ha estudiado el impacto de las olas de calor en varias especies de rapaces y casi ninguna sale bien parada. Y no es el único impacto del cambio climático sobre las aves que sobrevuelan la península ibérica.
Durante la primera ola de calor del año pasado, la de principios de junio, investigadores de la Fundación Aquila, con la colaboración de la Fundación Iberdrola, estudiaron la respuesta del sistema inmune de una decena de especies de aves rapaces.
Algunas de las técnicas para estudiar sus defensas no se habían usado en aves, salvo en pollos de corral. Aunque todas lo pasaron mal, sufrieron más las sedentarias que las migratorias, como el milano negro o el águila calzada. La que peor lo pasó fue el águila imperial ibérica.
“Su producción de linfocitos B se viene abajo durante estos episodios de calor”, dice el director científico de la Fundación Aquila Juan Manuel Blanco.
En concreto, según el estudio que aún está en curso, esta primera línea de defensas que se encarga de reconocer a los patógenos y alertar al resto del sistema se redujo en un 23,2%. Este debilitamiento se mantuvo durante varias semanas.
“Si en este tiempo aparece un virus como el de Nilo occidental, que es concomitante con los periodos más calurosos, es más probable que no tenga defensas para hacerle frente”, añade. En águilas debilitadas, este virus es casi siempre una condena a muerte.
Otro de los resultados de esta investigación fue el de la respuesta inflamatoria local. La hinchazón es un mecanismo básico de defensa ante cualquier golpe, herida o infección. Tras una inyección en la dermis, todas las especies expuestas a la ola de calor mostraron una respuesta más débil, en especial las sedentarias y, aún más el águila imperial.
Sin embargo, aparte de la inflamación, las rapaces migratorias apenas redujeron sus niveles de linfocitos, comprometiendo menos sus defensas. “Probablemente hayan desarrollado una mayor plasticidad inmunológica”, comenta Blanco. La propia migración favorece una mayor variabilidad genética, una respuesta más amplia ante los patógenos y mayor elasticidad ante los eventos climáticos.
Pero las migraciones son uno de los fenómenos que más está trastocando el cambio climático. Durante el pasado Congreso Español de Ornitología organizado por SEO/BirdLife, celebrado en Cádiz hasta el pasado domingo, el científico Raimundo Real expuso los últimos datos sobre este trastoque en las aves en la península ibérica.
“Unas especies la están adelantando mientras otras la retrasan”, dice este catedrático de la Universidad de Málaga en conversación telefónica. Se refiere aquí a la migración prenupcial, la de primavera, en la que miles y miles de aves llegan a la península desde el sur. “En la migración postnupcial, de Europa a África, lo que sucede es que las distancias se están acortando, por lo que vemos cada vez más especies invernar en la península”, añade Real.
En cuanto a las sedentarias, todos los datos indican que se está produciendo una traslación hacia el norte, con especies africanas como el busardo moro que ya anidan en la mitad sur de España. También hay cambios de conducta que podrían deberse a los cambios en el clima. El águila perdicera (la segunda con el sistema inmunitario más afectado en el estudio de Blanco) tiende a anidar en cortados montañosos. Sin embargo, desde hace décadas se encuentran cada vez más nidos entre los árboles de bosque mediterráneo.
Entre las conclusiones del congreso de ornitología, la directora ejecutiva de SEO/BirdLife, Asunción Ruiz, destacó la evidencia del vínculo entre el cambio climático y los cambios crecientes observados en la fenología, como el cuándo migrar o cortejar, pero también en la morfología y supervivencia de las aves.
Con información de El País