“Compré un libro que se llama La noche de Tlatelolco, escrito por la maravillosa Elena Poniatowska. Lo empecé a leer y la primera línea de ese libro es ‘Todo comenzó con una bronca estudiantil’, y les juro que desde la primera línea a la última es leer la historia de Chile, es leer la historia de Nicaragua, es leer la historia de Venezuela, es leer la historia de Colombia, de Bolivia, de Ecuador”, dijo, con voz entrecortada, casi a punto del llanto, la escritora chilena Arelis Uribe durante su participación como parte de Latinoamérica Viva, en la que fue acompañada por Anacristina Rossi, Rodrigo Blanco Calderón y Juan Manuel Robles, y moderados por Carlos Cortés.
“Los estudiantes están como en la base de la pirámide de los movimientos sociales, y tienen tan poco miedo, y son tan rebeldes los jóvenes, esa juventud tan valiente que siempre da el primer paso. Eso pasó en Chile, eso pasó acá, en México, en el año 68, e hice el ejercicio de subrayar todas las frases que yo sentía que tenían que ver, en ese libro de Elena Poniatowska, en los testimonios del pueblo mexicano, con lo que estaba pasando en Chile. […] ¿A dónde quiero ir con todo esto? Que es la misma herida. La herida de México del 68 es la misma herida de Chile en 2019, estoy segura que es la misma de toda Latinoamérica, y siempre está el miedo de los yanquis por debajo”.
La charla, realizada en el Salón Alfredo R. Placencia de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), planteó, entre otras cosas, cuál es la realidad de América Latina desde su concepción como idea regional hasta la actualidad.
“La relación entre la literatura y América Latina es una relación altamente conflictiva, agónica, pero también que demuestra mucha movilidad, yo tengo una relación muy cambiante con el término de América Latina, tiene un costado positivo que es el que yo experimento en este tipo de reuniones, cuando me toca encontrarme en distintas partes del mundo a otros latinoamericanos inmediatamente se desprenden unos códigos ancestrales inconscientes de ver la vida, de tratar al otro, que facilitan mucho, por lo menos, un primer contacto (…), pero Latinoamérica tiene también otro costado que es bastante difícil, que es bastante pesado, que se vuelve un arma de doble filo”, expresó Blanco Calderón, autor de The Night.
“El propio término de América Latina, si nos ponemos a ver, fue construido a lo largo del siglo XIX, tanto por pensadores hispanistas que imaginaron que este pasado común debía traducirse en una especie de territorio común con una serie de valores y esperanzas idénticos, pero también fue un concepto foráneo, que Michel Chevalier introdujo para, políticamente, Francia incorporarse a este territorio y dar un poco la batalla con España”.
Al llegar el turno. Rossi, autora de Tocar a Diana, habló, entre otros temas, de cómo su país, Costa Rica, se plegó a los dictados de Estados Unidos.
“Costa Rica es, a la vez, muy parecida al resto de los países de Latinoamérica, pero se vanagloria de una diferencia que, no puedo evitar decirlo, porque estoy en un duelo muy fuerte […] tenemos rasgos tan comunes, pero en Costa Rica, por alguna razón que yo sé muy bien porque por una casualidad de la vida mi familia estaba muy cerca […] de don Pepe Figueres, […] entonces yo sé lo que negoció don Pepe con Estados Unidos cuando quiso después de la guerra civil conservar las conquistas sociales que había logrado el Partido Comunista […] yo sé que Estados Unidos se comprometió en convertir a Costa Rica en el pueblo más anticomunista de América Latina”, mencionó Rossi.
El escritor y periodista peruano Robles recordó la manera en que un país latinoamericano se convierte en espejo de otro, y mencionó su experiencia respecto a Chile con su país de origen. “Es muy interesante ver las historias latinoamericanas, han hablado tanto mis compañeros que yo ya tengo esta cosa colectiva de ir escuchando esos rumores de distintas partes de América Latina que se mezclan en tu cabeza, y quiero detenerme en algo que dijo Arelis, y algo que dijo Anacristina, y tiene que ver con esos países imaginarios, creo que Latinoamérica es el territorio de gente que se parece mucho, pero que cree que detrás de las fronteras hay un mundo totalmente distinto”, reflexionó el autor de Nuevos juguetes de la guerra fría.