Desde la península de Yucatán donde se halló un palacio maya, hasta nuevos sitios con petrograbados, en Baja California, este 2019 dejó importantes descubrimientos arqueológicos para México con grandes aportaciones a la historia a una escala mundial, realizados por los expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); entre estos, el único submarino de la I Guerra Mundial en aguas mexicanas, anclas del siglo XVI, un buque ‘revolucionario’ y contextos inéditos para la caza prehistórica de mamuts.
Por ello resaltó la ubicación de un edificio, al oeste del Conjunto Central de Ndachjian, en el cual pudieron reconocerse dos altares circulares y tres esculturas en piedra que representan a dos cráneos desollados y un torso cubierto con piel de sacrificio. La concordancia que la arquitectura de esta construcción tiene con las descripciones que las fuentes documentales hacen de los templos de Xipe Tótec, permitió a los arqueólogos ratificar la asociación del vestigio con el dios de la fertilidad y la regeneración agrícola.
Otro descubrimiento inédito, no sólo a escala mesoamericana sino global, fue el de dos trampas para la caza de mamuts –con paredes de 1.70 m de profundidad y 25 m de diámetro– excavadas hace 15 mil años por los antiguos pobladores de la Cuenca de México.
Este par de contextos, localizados en San Antonio Xahuento, en Tultepec, Estado de México, continúa ahora mismo con su investigación, producto de la cual se contabilizan 824 huesos, correspondientes a 14 de los colosales mamíferos prehistóricos.
La labor del INAH en este frente abona ya nuevas teorías a nuestra historia como especie, ya que hasta ahora se creía que la caza del mamut era fortuita, y que los humanos aprovechaban cuando esos animales quedaban atorados en pantanales. Ahora, las investigaciones demuestran que nuestros antepasados modificaban su entorno y tenían la organización social suficiente para ‘arrear’ a los mamuts y conducirlos hasta sus trampas.
También asociados con la prehistoria están los 16 sitios de manifestaciones gráfico-rupestres, cuya localización, en las cercanías de la comunidad de El Rosarito, en Ensenada, Baja California, se hizo pública el pasado mes de octubre.
Con una antigüedad estimada en más de mil 500 años, cada uno de estos 16 sitios cuenta con decenas de motivos grabados sobre piedras y frentes rocosos. Los distintos diseños ꟷque van desde geométricos simples hasta complejos entramados de líneas rectas, onduladas, quebradas, círculos y motivos antropomorfos, flores, aves o reptilesꟷ quedaron plasmados gracias a que sus creadores, con ayuda de herramientas de piedra, desgastaron pacientemente la superficie.
Los investigadores continúan recabando la mayor cantidad posible de información sobre los petrograbados, a fin de indagar en sus significados, evaluar su estado de conservación y tomar las medidas necesarias para su preservación.
Así como en tierra, el INAH, a través de su Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS), dio cuenta de variados descubrimientos sumergidos en aguas nacionales. Uno de ellos fue el del USS H-1 Seawolf, el único submarino estadounidense que hasta ahora se ha encontrado en los litorales de México.
Ubicado a 15 metros de profundidad en las cercanías de la Isla Santa Margarita, Baja California Sur, el vehículo fue víctima de una tormenta mientras, en 1920, navegaba desde el canal de Panamá hasta California.
El proyecto de la SAS que lo estudia ahora en los 44.30 metros que mide de popa a proa, cuenta con un estudio de fotogrametría, llevado a cabo por el experto mundial Korato Yamafune, que ya guía su estudio, así como el desarrollo de estrategias para su difusión y vinculación patrimonial con la población que le rodea.
También en el océano Pacífico se localizó, tras dos temporadas de trabajo de campo ꟷrealizadas entre marzo y abril, así como en septiembreꟷ, la ‘tumba de guerra’ del Cañonero Tampico, una embarcación que hace 105 años fue hundida en aguas sinaloenses, como cierre a uno de los primeros combates aeronavales en la historia de Occidente.
El INAH, a través de la SAS, usó la experiencia de sus arqueólogos subacuáticos para emprender buceos a más de 40 metros de profundidad, así como tecnología de la Secretaría de Marina, como una sonda multihaz del Buque de Investigación Oceanográfica ARM “Río Tecolutla”, un magnetómetro y una nave interceptora, para localizar, registrar y elaborar modelos digitales de esta nave, que mide 60 metros de eslora por 10 de manga.
No deja de resaltar, a 500 años del arribo de Hernán Cortés a Mesoamérica, el hallazgo en la Villa Rica, Veracruz, de dos anclas de hierro que, por su morfología están vinculadas al siglo XVI, y por su orientación hacia el suroeste, sugieren que su colocación sobre el lecho marino obedeció a una dinámica portuaria.
Si bien los investigadores de la SAS y sus colegas americanos que encabezan este proyecto son cautos al explicar que no es claro que las anclas sean de un mismo momento histórico o pertenezcan a la flota de Hernán Cortés, sí las reconocen como un notable avance –que en el futuro podría sumar más de 15 ‘anomalías’ subacuáticas que también podrían ser anclas antiguas– en su búsqueda de las naves del conquistador, y en el conocimiento de la tecnología naval del siglo XVI, arqueológicamente poco conocida.
Vestigios prehispánicos y del temprano Virreinato
Datos novedosos sobre las culturas precortesianas también se obtuvieron este año. En agosto, el Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH, notificó el descubrimiento, en un predio de la calle Justo Sierra 17, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, de los remanentes de una casa del periodo virreinal temprano, hecha con materiales constructivos —lajas de basalto, bloques de andesita y sillares de tezontle— reusados tras la caída de Mexico-Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521.
Otro testigo del paso de la sociedad prehispánica a la virreinal se localizó en Ecatepec, Estado de México. Allí, como parte de un salvamento arqueológico, personal del Instituto encontró un túnel-compuerta de 8.40 metros de largo, con 11 imágenes prehispánicas —entre petroglifos y relieves estucados que ilustran templos prehispánicos, un chimalli y un ave de rapiña, entre otras figuras— dispuestas en sus costados.
El túnel pertenece a la llamada Calzada de San Cristóbal, o Albarradón de Ecatepec, un dique de cuatro kilómetros, construido en el siglo XVII, para regular las aguas que entraban de los lagos Xaltocan y Zumpango al de Texcoco, y así evitar las constantes inundaciones que asolaban a la capital de la Nuevas España.
El año finalizó con el anuncio de una serie de novedades arqueológicas en tres zonas arqueológicas de Yucatán: Uxmal, Chichén Itzá y Kulubá, atendidas en su investigación y en su conservación –en este último rubro junto con las urbes mayas de Dzibilchaltún e Izamal– como efecto de un convenio de aportaciones suscrito en 2018 por el INAH y el gobierno del Estado de Yucatán.
La ciudad antigua de Uxmal reportó la localización de un pasaje tapiado 25 metros de largo en las ‘entrañas’ del edificio conocido como Palacio del Gobernador; se trata de un elemento fechado en entre los años 670 y 770 de nuestra era, cuando floreció el estilo arquitectónico Puuc Temprano.
Asimismo, como parte de las acciones de conservación en el palacio, se ubicó, en el sector sureste de la edificación, un mascarón de Chaac, el dios maya de la lluvia, así como restos de tres escalinatas que, en otro tiempo, dieron accesos adicionales al edificio principal del Palacio del Gobernador.
En Chichén Itzá los hallazgos fueron diversos: una mesa de piedra con representaciones de cautivos en sus cantos y un disco de pirita; elementos que datan, respectivamente, de entre los años 900 y 1000 d.C. y 850 y 1200 d.C., y que constituyen vestigios poco comunes y, por ende, de gran valor histórico.
Otras novedades las reportó un estudio del patrón de asentamiento de la urbe prehispánica, que registró cinco nuevos grupos arquitectónicos ꟷuno de ellos de uso ritual ya que contiene una pirámide de aproximadamente cinco metros de altoꟷ que a su vez contienen decenas de estructuras en las que investigadores emprenden mapeos y registros gráficos y planimétricos, entre otros procedimientos.
Un último hallazgo notable se dio apenas conocer el 24 de diciembre; corresponde a la ciudad antigua de Kulubá, en donde se confirmó la existencia, al oriente de la plaza principal del Grupo C de esta zona arqueológica, de un palacio de 55 metros de largo por 15 de ancho y 6 de altura, cuyos vestigios materiales apuntan a dos fases de ocupación: una en el periodo Clásico Tardío (600–900 d. C.) y otra en el Clásico Terminal (850–1050 d. C.).
En este Grupo C ꟷuno de los tres que, a mediano plazo, contemplará la visita pública de Kulubáꟷ, se exploran y consolidan otras cuatro estructuras: un altar, dos vestigios de espacios de uso habitacional y una construcción redonda que, se cree, era un horno.
De igual modo se rehabilita el casco del antiguo Rancho Kulubá, ya que esta construcción es a su vez un vestigio histórico de la primera mitad del siglo XX: con techumbre de palma de guano, mampostería tradicional y hamaqueros de madera.