El escritor guanajuatense cumpliría 91 años de nacimiento este 22 de enero
Jorge Ibargüengoitia, considerado por colegas y lectores como uno de los más agudos e irónicos autores de la literatura hispanoamericana.
La de la literatura y el periodismo mexicano del siglo XX hubo algún autor que se caracterizó por aportar puntos de vista controvertidos y arriesgados, pero muy ciertos y con una gran dosis de libertad creativa, fue sin duda el dramaturgo, narrador, cronista y periodista guanajuatense Jorge Ibargüengoitia.
Considerado por colegas y lectores como uno de los más agudos e irónicos autores de la literatura hispanoamericana y un crítico mordaz de la realidad social y política de México, Jorge Ibargüengoitia nació en la ciudad de Guanajuato el 22 de enero de 1928. Estudió arte dramático y la maestría en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, además de teatro en Nueva York. Fue becario de las fundaciones Rockefeller, Fairfield y Guggenheim, así como del Centro Mexicano de Escritores.
Fue director de la Escuela de Verano de la Universidad de Guanajuato y profesor del Summer Institute de la Bradley University, en Illinois, Estados Unidos. En su larga trayectoria colaboró en publicaciones como Excélsior, Revista de la Universidad de México, Revista Mexicana de Literatura, Siempre! y Vuelta.
Su obra abarca novelas, cuentos, piezas teatrales, artículos periodísticos y relatos infantiles. Entre los numerosos premios literarios que obtuvo sobresalen el Ciudad de México de la VII Feria Mexicana del Libro, en 1960, por la obra de teatro La conspiración vendida; el Casa de las Américas por la novela Los relámpagos de agosto, en 1964, y el de Novela México 1975 por Estas ruinas que ves.
En títulos como Dos crímenes (1979), Las muertas (1977) y Los pasos de López (1982) echó mano del costumbrismo para convertirlo en la base de historias irónicas y sarcásticas. En el terreno del cuento publicó La ley de Herodes (1967). Entre sus obras de teatro resaltan Susana y los jóvenes (1954) y El atentado (1963). Su archivo personal se encuentra en la Firestone Library de la Princeton University en Nueva Jersey, Estados Unidos.
Con su capacidad para ver la realidad de forma singular, Ibargüengoitia convirtió la cotidianidad y la vida sociopolítica del México de mediados del siglo XX en un instrumento crítico y humorístico que se reflejó en una gran cantidad de crónicas para diarios y revistas, además de cuentos y novelas que luego se convirtieron en exitosas cintas cinematográficas.
Para los escritores mexicanos, Ibargüengoitia es “sinónimo de libertad”, asegura la narradora mexicana Ana García Bergua, quien dice que “su obra encierra en sí misma todo tipo de libertades, desde la crítica y la creativa, hasta la humorística; brincos diéramos los nuevos escritores de que nuestros libros volaran como los de Ibargüengoitia, en el sentido de que se elevan con una gran mezcla de sinceridad, juego y crítica a la realidad y a la historia mexicanas”.
Agrega que el humor de Ibargüengoitia “es universal y su modo de ver la realidad lo relaciona con la literatura anglosajona y rusa. Su obra es mucho más cosmopolita y abierta, pero, a la vez, muy mexicana”.
Por su parte, Verónica Murguía destaca: “Ibargüengoitia es un autor fundamental en la literatura mexicana y latinoamericana. Me parece que a veces algunos no lo toman muy en serio porque es un autor que nos hace reír mucho con su estilo y ocurrencias, pero que es muy serio en sus observaciones acerca del México contemporáneo.
“Sus obras son ejemplo de una literatura aguda e incisiva; ciertamente, a través de su obra, nos comparte sus observaciones de nuestra vida cotidiana. Toda esa literatura está vigente y es trascendente; es reflejo del país en que vivimos, a veces trágico, a veces cómico, o los dos al mismo tiempo”.
Y Juan Villoro señala: “Ibargüengoitia era un autor con un gran sentido del humor, pero a veces era hosco; en ocasiones, deprimido, crítico, como suelen ser a menudo tantos humoristas cuando no están teniendo sus golpes de ingenio.
“Pero el humor tiene que ver con el sentido de la inteligencia y con el hecho de pensar de manera diferente. Por ello, Augusto Monterroso decía que el principal papel del humorista es hacer pensar y, a veces, hasta hacer reír. Es decir, que a él le parecía un atributo principal la inteligencia que se desprende del humor que el hecho mismo que produzca risa”.
Reconoce Villoro que era Ibargüengoitia “políticamente incorrecto” y su tema era su propia mirada, su forma de ver el mundo y la realidad mexicana. “Esto nos ayudó a ver la vida de manera distinta y con ello nos contaba la vida secreta del país que aún permanece hasta la actualidad”.
En 1983, Jorge Ibargüengoitia recibió una invitación para asistir a un encuentro de escritores en Colombia. Pese a no querer en un inicio volar hacia ese destino, finalmente aceptó. Un accidente cerca del aeropuerto de Madrid acabaría con su vida el 27 de noviembre de ese año.