Cuando se habla de la cadena de ADN, pensamos en James Watson, Francis Crick o Maurice Wilkins. Sin embargo, no en Rosalind Franklin. Ella fue la autora de la Fotografía 51, clave para identificar la estructura de doble hélice del ADN. Sus tres compañeros recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1962. Ella, ni una mención.
Sin Franklin, no se habría podido avanzar en el campo de la genética. Y es que tras mostrar Wilkins la Fotografía 51, sin permiso de la autora, a Watson, este último pudo confirmar sus teorías. Pero, fue ella la que se quedó fuera de la memoria colectiva y, en muchos casos, de los libros de texto. Es cierto que no se entrega un premio Nobel a título póstumo —Franklin murió en 1958 de cáncer y el galardón se lo concedieron a sus colegas en 1962—, pero tampoco se mentó su trabajo.
Así, para que historias como la de Rosalind Franklin no caigan en el olvido, cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Un día para dar visibilidad a las miles de mujeres que se dedican a las matemáticas, la física o la biología. ”La mujer es parte de la ciencia. Forma parte del ejército de personas que investigan y buscan hacer de este mundo un poco mejor”, comentó Beatriz Pérez, médica e investigadora en el Centro Nacional de Epidemiología.
Según datos de la Unesco, las científicas solo representan el 28% de todos los investigadores del mundo. En el caso de España, la cifra es mayor y un 40% son mujeres. Más bajo es el número de catedráticas de universidad y profesoras de investigación, que no llega al 25% según un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Diferencias que suelen crecer en el ámbito de las carreras técnicas. María Soledad Delgado, docente en la Escuela Técnica Superior de Sistemas Informáticos, no entiende porque hay más alumnos que alumnas en las aulas de las escuelas de ingeniería. Sin embargo, sí que cree que en el colegio y el instituto no se fomenta lo suficiente: ”Con las carreras técnicas y con la ciencia en general. Se le da muy poca visibilidad. En el caso femenino, siempre se ha remarcado que la ciencia es algo masculino”.
Precisamente, en esto último también incurrió Pérez: ”A las mujeres siempre se nos asignan una serie de roles, como el de cuidadora. El sistema te penaliza por no querer aceptar los roles que cree femeninos”.
Y para demostrar que la ciencia no tiene género, numerosas instituciones programaron charlas y actividades para conmemorar el 11 de febrero. Por ejemplo, según explicó Pérez, el Instituto de Salud Carlos III realizó unas jornadas para visibilizar el papel de las científicas. ”Si tú ves que se puede hacer, es más fácil iniciar el camino, ya que las personas tendemos a imitar roles”, afirmó la investigadora del Centro Nacional de Epidemiología.
Sin embargo, más allá de los porcentajes entre mujeres y hombres en ciencia, Pérez también remarcó que muchas veces no se da el mismo trato a las científicas que a sus homólogos masculinos: ”Muchas veces, cuando se habla con una investigadora se centra la atención más en el componente humano que en el científico. Es algo que suele suceder y hay que mirar igual a los científicos y a las científicas. Por ejemplo, a nosotras siempre se nos pregunta sobre como combinamos nuestra vida laboral con el ser madres, algo que no se les hace a ellos”, concluyó la profesional de la salud pública.
Y es que a nadie se le hubiese planteado preguntarle a Ramón y Cajal, Oppenheimer o Einstein como compaginan sus proyectos con la vida familiar. Tal vez sí a Ada Lovelace, desarrolladora del primer programa informático, o a Hedy Lamarr, inventora del sistema de comunicaciones en el que se basan todas las tecnologías inalámbricas que disponemos en la actualidad. Y hacía ahí camina el 11 de febrero. Con destino no solo a que las mujeres de ciencia sean reconocidas y recordadas, sino a que una científica sea, simplemente, una científica.
Con información de Sputniknews