Fátima, de 7 años de edad, es la víctima más reciente de la violencia feminicida que azota a México, donde cada mes 12 niñas o adolescentes son víctimas de feminicidio, de acuerdo con las estadísticas del gobierno federal.
México vive una segunda semana seguida de indignación popular por los crímenes atroces contra mujeres. A Íngrid, de 25 años de edad, ahora se suma la niña Fátima, ambas brutalmente asesinadas y vejadas hasta después de muertas.
Durante 2018, ocurrieron en promedio siete asesinatos al mes contra niñas y adolescentes.
A México le urge replantear, en el marco de las nuevas estrategias de seguridad pública, lo que se ha hecho para reducir la violencia feminicida, pero, muy en particular, la que se ejerce en contra de las niñas, por ser niñas.
En efecto, si es de por sí difícil entender el horror que significa el asesinato de mujeres por el hecho de serlo, esa dimensión de la maldad cobra un matiz singular cuando las víctimas son niñas y adolescentes. ¿Cómo explicar la saña y el sadismo implícitos en la violencia ejercida en contra de niñas? ¿Cómo entender el odio hacia una niña por el hecho de serlo? Y más aún ¿cómo diseñar políticas públicas que nos lleven a la inmediata erradicación de esta modalidad de la maldad humana?
Con información de La Vanguardia