En el campo de la seguridad, los perros son empleados para varias labores que estos animales ejercen mejor que cualquier ser humano. Entre estas tareas destaca el uso del olfato canino para la detección de material explosivo.
Aunque estos perros han salvado miles de vidas en el pasado, se requiere de un gran esfuerzo y mucha inversión para poder entrenarlos en esta materia. Pero es posible que los perros tengan algo de ayuda, o competencia, en el futuro.
Desde hace cuatro años, un equipo de investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis se ha dedicado ha capitalizar el sentido del olfato de los saltamontes para crear un sistema sensorial biorobótico que podría ser aprovechado en operativos de seguridad interior.
Baranidharan Raman, profesor de ingeniería biomédica en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas, recibió una subvención de 750 mil dólares de parte de la Oficina de Investigación Naval (ONR) para encabezar una investigación que desemboque en el diseño de un dispositivo que explote esta función del saltamontes.
Las neuronas receptoras olfativas de este insecto, también conocido como chapulín (Schistocerca americana), se encuentran en sus antenas. Cada antena tiene 50 mil de estas neuronas especiales.
Las capacidades olfativas del saltamontes le permiten detectar los olores de los alimentos que necesita, así como cualquier depredador en la cercanía.
Más crucial para la investigación es que estas neuronas olfativas envían señales eléctricas a una parte del cerebro del chapulín conocida como lóbulo antenal.
Para analizar los olores que recoja el saltamontes, el equipo de Baranidharan Raman diseñó un dispositivo conectado a un sensor de electrodos que sería implantado en los lóbulos antenales.
Luego realizaron experimentos con vapores que contenían dinamita y otros explosivos —trinitrotolueno (TNT) y 2,4-dinitrotolueno (DNT)— así como benzaldehído o aire caliente. Los resultados fueron publicados en un estudio que será publicado en una revista académica próximamente.
Gracias a la capacidad del saltamontes para discernir aromas, cada esencia activa neuronas diferentes en los lóbulos antenales. De esta forma, los investigadores analizaban los resultados detectados por los electrodos para determinar cuándo los insectos detectaban explosivos y cuándo no.
Es de notar que con un solo insecto, la precisión de la detección era del 60 por ciento. Pero cuando se hacía la prueba con siete saltamontes juntos, la precisión se disparaba al 80 por ciento.
DE GRILLO CANTOR A GRILLO CYBORG
Estos insectos han recibido el mote de ‘ciber saltamontes’ por unos pequeños sensores que cargaban sobre sus cabezas como si fueran mochilas.
Los sensores son necesarios para poder evaluar los aromas que el saltamontes detecta pero también eran algo pesados, por lo que los insectos perdían movilidad. Por tal motivo, los chapulines fueron equipados con una pequeña plataforma con ruedas, operado a control remoto.
Otro problema es que la capacidad de los saltamontes para detectar explosivos es de apenas siete horas. Después de este periodo, los insectos quedan sin energía y mueren.
Al tomar en cuenta que los investigadores deben realizar pequeñas incisiones quirúrgicas para implantar los sensores, otros especialistas han señalado que sería más práctico extraer el mecanismo sensorial de las antenas y construir un nuevo dispositivo.
De cualquier forma, el siguiente paso en la investigación consiste en seguir evaluando el comportamiento y la efectividad para detectar explosivos si el ambiente cuenta con múltiples olores, como sería el caso en una situación real.