Se estima que en Brasil hay más de una centena de grupos de indígenas no contactados, en aislamiento voluntario, cuya vida corre un potencial peligro frente a la pandemia del coronavirus. La Amazonia brasileña es el lugar del planeta con mayor concentración de pueblos ancestrales que permanecen sin contacto exterior por decisión propia. “Los grupos de aislados voluntarios son muy susceptibles a este tipo de infecciones virales porque no han tenido contacto previo con los agentes que provocan estas enfermedades respiratorias”, explica Douglas Rodrigues, médico especializado en salud indígena, investigador la Universidad Federal de São Paulo y miembro del grupo Xingu, que actúa en la mayor tierra indígena delimitada en Brasil, con 27.000 km cuadrados.
Rodrigues explica que estas poblaciones que viven totalmente aisladas son vulnerables al contagio de cualquier enfermedad, ya que ellos no tienen inmunidad ni para el covid-19 ni para varias otras enfermedades respiratorias que circulan entre la población brasileña en este momento del año previo al invierno del hemisferio sur. “Frente al caso del coronavirus, nosotros estamos reaccionando como indígenas no contactados”, declara Rogrigues, que detalla que “esta es una enfermedad nueva para todos, no tenemos ninguna memoria inmunológica poblacional y por este motivo hemos alcanzado este nivel de pandemia mundial en este momento”.
Según este especialista, el peligro del coronavirus reside en un potencial de dispersión mayor que otras enfermedades, lo que puede provocar en el caso de los grupos indígenas una epidemia mucho mayor que cualquier otra. Si bien su tasa de mortalidad es menor que la gripe, “el problema está en que esta velocidad de expansión sobrecarga los sistemas de salud porque muchas personas se enferman al mismo tiempo”, por tanto, el riesgo de muerte se multiplica cuando hay dificultad de acceso a la atención sanitaria. No obstante, este doctor especializado en salud indígena, añade que “los estudios muestran que la franja etaria más vulnerable es a partir de los 80 años, donde la mortalidad puede ascender al 17%”. Aunque la media de edad de estos pueblos aislados es muy joven, su sistema inmunológico es más vulnerable a este tipo de enfermedad.
¿Cómo proteger a los pueblos ancestrales no contactados?
“La única medida es quedarse lejos y garantizar que continúen aislados”, subraya insistentemente el doctor Rodrigues. Detalla que, si se produjese el caso del contacto voluntario por parte de algún miembro o grupo de aislados, lo importante es –tanto ahora como en cualquier otro momento de contacto– estar preparados con un protocolo de acción, medicamentos y otros dispositivos médicos para posibles riesgos de contagio de enfermedades.
Gracias a este protocolo de acción, en el siglo XXI no se ha registrado ningún óbito como resultado de los tres contactos que han tenido lugar en Brasil con poblaciones precedentemente aisladas bajo el control de la FUNAI. “Muchas de las muertes de los años 70 fueron resultado de la falta de preparación, no había personal sanitario ni médicos para realizar cuidadosamente este contacto”, explica este médico brasileño.
Rodrigues detalla que en 2014 hubo un contacto con un grupo que decidió salir del aislamiento, probablemente por la amenaza que sentían de los grupos de extracción ilegal de madera en la frontera peruana, y ellos mismos llegaron a una aldea Ashaninkas, en el estado de Acre, noroeste de la Amazonia y fronterizo con Perú y Bolivia. “Primero llegó un grupo de siete hombres jóvenes, contrajeron una enfermedad respiratoria pero no fue grave. Se curaron y tras guardar una cuarentena fueron a reencontrarse con sus familias y salieron todos del aislamiento voluntariamente”, relata Rodrigues. En 2018 se produjo el segundo contacto reciente con pueblos aislados, fueron los propios Korubo quienes aparecieron en la orilla del río pidiendo ayuda a la comunidad Kanamari porque una mujer del grupo de los no contactados tenía una picadura de serpiente muy grave.
“Los aislados saben que nosotros existimos”, espeta el doctor que explica que, de acuerdo con la política aprobada a finales de los años 80 y que rige hasta hoy, el gobierno debe proteger un área geográfica si se entera de que hay pueblos aislados. La mayoría de ellos ya se mueven en las áreas reservadas que suelen ser las Tierras Indígenas reconocidas oficialmente para otras comunidades, donde pueden esconderse con un poco más de tranquilidad. “En la década de los 70, la lógica de los funcionarios del gobierno era entrar en contacto con cualquier indígena que se encontrasen y esto trajo tasas de mortalidad por enfermedad absurdas”, cuenta este especialista en salud indígena.
Actualmente, los Frentes de Protección Etnoambiental de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) mantienen en los alrededores de los enclaves donde se detecta presencia de una población aislada pero a una distancia lo suficientemente lejos para garantizar el aislamiento de estas poblaciones, proteger la entrada del territorio para que no haya invasiones ilegales y, en ocasiones, realizar incursiones muy cuidadosas o sobrevuelos para intentar identificar el tronco lingüístico al que pertenecen estas personas para estar preparados en caso de que se produzca un contacto voluntario.
La FUNAI solo podría establecer un intento de contacto en caso de amenaza mayor, como una masacre por invasores ilegales, o en cuestión de conflictos interétnicos como fue el caso del tercer y último contacto reciente en Brasil. Así fue como en abril de 2019, el órgano indigenista del gobierno estableció contacto con otro grupo de la etnia Korubo, que vivían aislados pero que estaban en conflicto con los indígenas contactados Matís en el valle del río Jabarí, estado del Amazonas, la región con mayor concentración de pueblos no contactados. “Los Matís dijeron que si la FUNAI no intervenía lo harían ellos y armados”, según las palabras de Rodrigues.
Contactos irresponsables provocaron el riesgo de exterminio de algunos pueblos
No obstante, los propios mecanismos que garantizan a día de hoy el derecho de aislamiento de estas poblaciones, podría volverse contra ellos. Según el Boletín de Servicio de la FUNAI del 17 de marzo, “quedan suspendidas todas las actividades que impliquen contacto con comunidades indígenas aisladas”. No obstante, el doctor Rodrigues cuestiona cuáles serían las actividades potencialmente suspendidas si el contacto con estos pueblos ya estaba previamente prohibido y la única misión de la organización sería garantizar su aislamiento. “¿Quiere decir que cuando acabe este periodo especial pueden retomarse esas supuestas actividades que implicarían contacto con los aislados? Me parece un oportunismo dejar esta brecha abierta y cualquier mínima duda implica consecuencias muy serias”, afirma este médico. Si bien el propio gobierno ha hecho diversas modificaciones, la formulación de esta medida incurre en controversias por la diversidad de interpretaciones que implica en un momento en el que los intereses del órgano público de protección de los pueblos ancestrales está más confuso que nunca.
Los Frentes de Protección Etnoambiental están tan bajo mínimos que se teme que puedan incluso extinguirse, así como muchas otras funciones de la FUNAI amenazadas a día de hoy por los recortes de fondos y por los cambios de estructura en el seno de la institución determinados por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, desde que asumió el gobierno en enero de 2019. Entre las novedades destaca el nombramiento del misionero y antropólogo Ricardo Lopes Días para ocupar el cargo de director de la Coordinación de los Pueblos Indígenas Aislados y Recién Contactados de la FUNAI en enero de este año. “Este puesto siempre estuvo ocupado por un funcionario público con oposiciones y especialidad en el área indígena –explica el doctor Rodrigues– pero ahora han cambiado el reglamento para poder nombrar a un miembro del grupo Misión Nuevas Tribus de Brasil”.
El lema de Misión Nuevas Tribus, organización católica evangelizadora con origen estadounidense que ahora se han rebautizado como Ethnos360, anuncia que no descansarán hasta que “la última tribu, la última familia, el último hombre haya escuchado la maravillosa palabra de salvación del Señor Jesucristo”, según su lema. No obstante, Lopes Dias aseguró tras su nombramiento: “No voy a promover la evangelización de indígenas”, en entrevista al periódico O Globo el 31 de enero.La organización había sido acusada en los años 90 de ser responsable de la muerte de 45 miembros de la etnia Zo’é en el estado de Pará por haber entrado en contacto con ellos unilateralmente con el objetivo de imponer misiones de evangelización que nunca se acabaron llevando a cabo, pero que dejaron graves casos de epidemia de gripe y malaria.
La causa fue archivada. No obstante la Ethnos360 mantiene hasta el día de hoy sus objetivos de evangelización en comunidades indígenas con tanto ahínco que anunciaron en enero que “Dios ha provisto un helicóptero para su propósito”. “Dios hará cualquier cosa para asegurarse de que la humanidad escucha Su Palabra”, afirma en su página web este grupo de misioneros. El uso de este helicóptero para instalar misiones de evangelización en la Amazonia supondría una gran amenaza para la integridad de los pueblos indígenas sobre todo en momentos de pandemia del coronavirus.
Entre los altercados provocados por esta organización católica destaca también la prisión de uno de los misioneros, Warren Scott Kennell, acusado de abusar sexualmente de niñas de la comunidad indígena Katukina, donde estuvo entre 2008 y 2011, así como de poseer centenas de imágenes de pornografía infantil.
Desconfiante, Rodrigues afirma que tanto los misioneros como los agentes del gobierno son hoy en día amenazas de contacto forzado con los grupos aislados, como sucedió en la década de los años 70 cuando se ocupó la Amazonia y se construyeron ciertas infraestructuras. Entre ellas destacan las carreteras que atraviesan la selva amazónica, como la BR-163 o la BR-174, que impusieron contactos y desplazamientos forzados de etnias como los Panará o los Waimiri-Atroari, entre otros. Estos dos pueblos perdieron un 80% de sus integrantes y temieron por su propia extinción.
Como resultado de las políticas del actual gobierno esta amenaza resurge y se suma a la de los invasores para la extracción ilegal de minerales o madera, entre otros, recursos en las áreas donde circulan los grupos aislados. Solo en la tierra de los Yanomami, en el estado de Roraima, se calcula la presencia de unos 20.000 extractores de oro clandestinos, según denunció el líder indígena Davi Yanomami en el Fórum Permanente de las Naciones Unidas sobre Cuestiones Indígenas que tuvo lugar en mayo de 2019.
Por su parte, los gobernantes locales de los municipios y estados amazónicos, donde hay más indígenas no contactados, se muestran más inclinados a la inversión en ganadería, agricultura intensiva o minería, que a la preservación ambiental y los derechos indígenas. “Es como colocar una zorra cuidando de un gallinero”, declara Rodrigues.
De acuerdo con el último informe del recién citado Fórum de la ONU, existen 119 comunidades indígenas en aislamiento voluntario en América del Sur que están expuestas a graves amenazas para su supervivencia. Esto se debe a la contaminación de los ríos, la reducción de los animales de caza y pesca, así como la destrucción de los lugares sagrados. Los pueblos indígenas se ven obligados a moverse continuamente de un lugar a otro, como forma de fuga y de subsistencia, lo que aumenta los riesgos de encuentros con extractores ilegales de madera o de minerales, de narcotraficantes o de guerrilleros también escondidos en la selva, según declara el Instituto Socioambiental de Brasil (ISA).
¿Cuál es la amenaza del Covid-19 para el resto de comunidades indígenas?
El doctor Rodrigues afirma que a día de hoy no se tiene conocimiento de ningún caso de persona contagiada de coronavirus en las comunidades indígenas brasileñas. “La estrategia ahora es promover el confinamiento de las personas en sus aldeas para impedir que el virus llegue”, declara el especialista, y subraya la crítica falta de personal médico y de desabastecimiento que sufre actualmente tanto el sistema de salud indígena como el sistema público de salud de Brasil (SUS).
“Si la contaminación del Covid-19 está en amplio crecimiento y las vidas de los funcionarios y los indígenas está en peligro, no nos quedemos tocando el violín mientras que el barco se hunde”, alertó mediante una nota pública Indigenistas Asociados, el portal de noticias de los trabajadores y funcionarios de la FUNAI que solicita que se establezca un protocolo diferenciado de atención sanitaria para pueblos diferenciados considerando sus especificidades: mayor debilidad inmunológica o lejanía de los centros de tratamiento, entre otros.
Con información de RT