Una crisis saca lo peor de algunos y lo mejor de otros. Y diría que esto también aplica para las empresas e incluso para los gobiernos. Las empresas y los países están formados por personas, claro está, pero me refiero a sus líderes, o a sus regímenes, y a cómo responden al reto de sacar lo mejor, o lo peor, de ellos mismos.
¿Y cómo responde el pueblo? En los regímenes autoritarios, donde el gobierno mantiene una relación de confrontación con la gente, hay pocas esperanzas de que los dirigentes quieran proteger al pueblo cuando se produce un desastre. De hecho, suele ser al contrario, el régimen siempre tratará de realizar ataques de tipo exploit frente a una emergencia real, para aumentar su poder de represión.
En el mundo libre, deseamos confiar en el gobierno durante una crisis. Incluso si no votamos por nuestro alcalde o por el presidente, se supone que ellos trabajan para nosotros. Los funcionarios son responsables ante la gente, así que esperamos, a pesar de la lentitud y el caos de los partidos y de los políticos, que respeten el bien público y sean responsables.
Incluso si tiene la suerte de poder confiar en que el gobierno tenga en cuenta sus intereses personales, esto no le exime de sus obligaciones personales. ¿No es eso de lo que trata vivir en democracia, tener capacidad de elección y responsabilidades? Hay muchas leyes y reglas, pero los ciudadanos libres no son esclavos, y se requiere un cierto nivel de confianza mutua entre gobernante y gobernado.
Los paralelismos entre los virus informáticos y los humanos son quizás demasiado obvios, pero válidos como metáfora. En ambos casos, confiamos en la orientación y la información de las autoridades, y en que estas legislen y hagan cumplir las regulaciones para protegernos. Cuantos más individuos sigan las buenas prácticas, mayor grado de seguridad alcanzaremos como sociedad. A pesar de todo, ya estemos defendiendo nuestros cuerpos de los microbios o nuestros equipos de los hackers, nos esforzamos por lograr un equilibrio entre libertad y seguridad.
Este delicado equilibrio no tiene escenario en una dictadura. La única seguridad que buscan es la de su propio poder y su dinero, y puede estar seguro de que reaccionarán rápidamente, si pueden, ante cualquier crisis para aumentar ambos. También aquí existen paralelismos, ya que los individuos malintencionados de todo tipo buscan explotar la crisis. Ya se está produciendo una oleada global de estafas y ataques de phishing con motivo del coronavirus. Se están vendiendo en línea equipos de prueba fraudulentos y circulan por las redes sociales toda una serie de falsas curas milagrosas. A menudo, la gente desesperada suele ser un blanco fácil.
Esto también es cierto cuando son el objetivo de regímenes sin escrúpulos. Irán también ha experimentado una terrible oleada de coronavirus, pero la aplicación que publicaron para recoger información sobre la propagación de la enfermedad, recopilaba tantos datos personales innecesarios que fue eliminada de la tienda Google Play. El mismo grupo ha desarrollado otras aplicaciones sospechosas para el gobierno iraní, aplicaciones de mensajería diseñadas para reemplazar las más usadas, que tienen un cifrado más complejo y que complica la tarea del gobierno de espiar a sus ciudadanos.
Se pueden combatir las aplicaciones maliciosas del mismo modo que las noticias falsas: confiando solo en las fuentes fiables. Es más que probable que algo que ha sido enviado para instalar, ya sea por SMS o por medio de una red social, sea poco confiable. Si tiene dudas, intente antes obtener el mismo servicio o información desde un sitio web, en lugar de instalar una aplicación que podría acceder a una gran cantidad de información confidencial privada.
Rusia tardó en tomarse en serio las medidas de seguridad frente al coronavirus, pero no en alardear de lo contrario, dando lugar a las sospechas sobre la verdadera situación en el país. El Kremlin prohibió las reuniones masivas, incluyendo las protestas antigubernamentales, pero permitió llenar los estadios de fútbol e incluso un encuentro de ajedrez con más de mil invitados, en una fecha tan tardía como el 16 marzo.
Oficialmente, son muy pocos los casos de COVID-19 en Rusia, y el Kremlin ha alardeado del éxito de sus medidas de prevención y de sus pruebas. Ya desde el principio asumí que las cifras estaban maquilladas, porque eso es lo que hacen los regímenes autoritarios: controlar la información para manipular la realidad. Pero la realidad puede romper estas barreras, como sucedió en Wuhan, y ahora Rusia ha decretado el confinamiento, como casi en cualquier otro lugar. Semanas de negación y propaganda del régimen han costado muchas vidas, y no solo de ciudadanos rusos. Durante mucho tiempo, los vuelos desde Rusia no fueron prohibidos ni controlados, al igual que los que procedían de lugares con peores estadísticas oficiales.
Los datos constituyen un arma muy potente contra este mal invisible. Los termómetros conectados pueden detectar un brote local más rápido que un hospital. Con el análisis del historial del GPS se puede rastrear la ubicación de una persona infectada y saber dónde ha estado, e incluso advertir a todos los que han pasado por esa calle. Esto ya ha ocurrido en algunos sitios. ¿Y qué tal una aplicación que le avisa cuando se está desplazando demasiado o no está guardando el distanciamiento social? Naturalmente, tendemos a bajar la guardia sobre los problemas de privacidad cuando se trata de un asunto de vida o muerte, pero esto no significa que debamos pasarlos por alto.
Los autócratas ya están explotando el virus para acumular más poder. Hungría ha suspendido el parlamento y las elecciones. Turquía y Brasil están aplicando técnicas de cracking aún más enérgicas contra periodistas y activistas, bajo la excusa de la necesidad y la seguridad. Los funcionarios regionales aprietan, y está claro que la democracia está bajo presión con el virus como excusa. Y no crea que las democracias más consolidadas se libran de estas presiones. El presidente Trump ha abusado de su autoridad en muchas ocasiones, aunque a menudo ha sido limitado por los tribunales y el Congreso. ¿Serán capaces de resistir en un estado de emergencia, cuando se tiende a dejar que el poder ejecutivo haga lo que considere que es necesario y a que la gente se una en torno a su liderazgo?
El poder que se cede a un gobierno raramente se recupera sin luchar. Recuerde el viejo dicho sobre las buenas intenciones y hacia dónde conduce con frecuencia ese camino. Debemos confiar en que nuestro gobierno haga lo que debe y esperar que también haga lo correcto. Pero, como dijo Ronald Reagan: «Confía, pero verifica». Nuestro deber como ciudadanos es implicarnos, incluso durante una crisis —especialmente durante una crisis— y asegurarnos de que las acciones de los funcionarios del gobierno nos ayuden a todos, no solo a ellos mismos, y que los poderes de emergencia terminen tras la situación de crisis.
Con información de Forbes por Garry Kaspárov, embajador de seguridad de la compañía Avast*