El verano de 2020 va estar, sin lugar a dudas, marcado por esta nueva normalidad establecida para frenar la expansión descontrolada del SARS-CoV-2. Tras duros meses de confinamiento y fuertes restricciones a la movilidad, todos queremos disfrutar y recuperar ese tiempo perdido, pero siempre haciéndolo con responsabilidad y con todas las precauciones. Las autoridades sanitarias no paran de repetirlo: el virus no se ha ido, y no debemos bajar la guardia si queremos evitar el colapso de los sistemas sanitarios y volver al confinamiento total.
¿Hay más riesgo de contagiarse de COVID-19 en la playa? A primeros de mayo, un equipo de investigadores del CSIC elaboró, a petición del Ministerio de Sanidad, un informe que resume el estado de conocimiento sobre el riesgo de transmisión del nuevo coronavirus en playas y piscinas y emite una serie de recomendaciones al respecto.
Una de las principales conclusiones del trabajo es que, puesto que la principal vía de transmisión del SARS-CoV-2 en playas, ríos, lagos y piscinas es a través de secreciones respiratorias que se generan con la tos y los estornudos y el contacto de persona a persona, deben mantenerse las recomendaciones generales relativas a cualquier otro espacio.
Además, como nos explica el investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) Joan Grimalt: “En el agua del mar la posibilidad de contagio es prácticamente nula debido a varias razones. La primera es que los coronavirus tienen una baja supervivencia en el agua, en cualquier tipo de agua. Por ello, la probabilidad de contagio en este medio ya es muy baja. Y, en segundo lugar, el agua de mar es salada y se ha observado que la sal también es capaz de destruir el SARS-CoV-2. La combinación de estos dos factores hace que sea extremadamente difícil contagiarse al nadar en el mar”.
Como ya hemos comentado, las mayores precauciones se deben adoptar cuando estamos fuera del agua. A pesar de que este año se han tomado medidas para limitar los aforos y garantizar el mantenimiento de la distancia física, las playas son lugares que suelen concentrar grandes aglomeraciones durante los meses de calor. “Este año hay que poner mucho énfasis en mantener las distancias entre grupos, y por grupos me refiero a familias que convivan, no a grupos de amigos. Quedar con gente para sentarse todos juntos en la playa no es una buena idea”, nos explica el científico, que también ha participado en la elaboración del citado informe.
¿Y la mascarilla? ¿Hay que ponérsela? De nuevo, sentido común y seguir las mismas recomendaciones que rigen para otros espacios abiertos: “Si te encuentras con un conocido y te acercas a saludar debes ponerte la mascarilla”, explica Grimalt. “Otra cosa es que estés tomando el sol en tu espacio convenientemente separado del resto de grupos, ahí obviamente puedes estar sin ella pues estás manteniendo la distancia”.
No es necesario desinfectar la arena
Durante estos meses nos han llegado noticias de municipios que aplicaban medidas de desinfección en la arena de algunas playas, una práctica que también tiene riesgos ambientales.
“Aunque no existen estudios sobre la prevalencia de virus en la arena presente en playas o riberas, la acción conjunta de la sal del agua de mar, la radiación ultravioleta solar y la alta temperatura que puede alcanzar la arena, son favorables para la inactivación de los agentes patógenos”, se explica en una de las conclusiones del informe. “No es recomendable la desinfección de los suelos de espacios naturales con los procedimientos habituales para espacios públicos urbanos. Cualquier forma de desinfección de la arena de la playa debe ser respetuosa con el medio ambiente”.
Ríos, pozas, embalses… un tema más complicado
En las zonas de interior es muy habitual que la gente acuda a bañarse a ríos, pozas y embalses, pero en este punto los expertos no tienen tan claro que bañarse sea 100 % seguro. Como se explica en el informe, “estudios realizados con otros coronavirus similares al SARS-CoV-2 han demostrado que los virus siguen siendo temporalmente infecciosos en ambientes naturales de agua dulce, incluidos lagos y arroyos”. Esta supervivencia depende también de factores muy variables como la temperatura del agua o el nivel de materia orgánica.
Es cierto que, como hemos comentado antes, el virus es poco resistente al agua, sea del tipo que sea. “Esto es un punto positivo, pues es bastante improbable que haya contagio en el agua”, nos explica Grimalt, “pero el riesgo va a ser muy variable en función del lugar. En sitios en los que hay corriente de agua habrá una cierta dilución, aunque no sea tan elevada como en el agua de mar. Pero si estamos, por ejemplo, nadando en una poza o en alguna zona de agua remansada y se nos pone al lado una persona que tenga el virus… ahí ya no podemos estar tan seguros de que no haya riesgo”.
Debido a todo esto, una de las recomendaciones del informe es precisamente evitar el baño en estos lugares y priorizar el uso de piscinas con agua tratada. Las autoridades competentes en cada caso son las encargadas de decidir si se prohíbe el baño en ríos y pozas, extremando las precauciones en el caso de que se mantengan abiertas para garantizar que se respetan las distancias en el área exterior y se controle el número de bañistas. “En particular, se debe de prestar especial atención a las pequeñas pozas de agua dulce remansada que pueden ser frecuentadas por un elevado número de bañistas que puede dar lugar a una posible acumulación del virus. Estos medios acuáticos son los más desaconsejables para uso recreativo frente a otras alternativas.”, se indica en el documento.
Con información de Muy Interesante