El hecho de que Venus se convirtiera en una figura popular del arte se debió, en gran parte, a la recién descubierta pasión por la mitología grecorromana durante el Renacimiento, pues brindó la oportunidad de escapar de las restricciones del cristianismo.
Una nueva actitud hacia la desnudez y el erotismo fue entonces posible sin el estigma de la indecencia, y permaneció durante muchos años a través de la pintura, con diversas creaciones, entre las que destacan la figura de la diosa Venus.
En un principio Venus era la antigua diosa italiana de la primavera y los jardines, su culto principal empezó en Latium y se fue expandiendo por el resto de país; sin embargo, bajo la influencia de la cultura helénica, Venus se encontró mezclada con Afrodita, la diosa griega, y sus rasgos se fusionaron.
A partir de entonces Venus se convirtió en la diosa romana del amor y la belleza. Hija de Júpiter –el rey de los dioses- estaba casada con Vulcano, dios del fuego, a quien engañaba en cualquier oportunidad que se le presentara…
El hecho de que Venus se convirtiera en una figura popular del arte se debió, en gran parte, a la recién descubierta pasión por los temas clásicos y la mitología grecorromana durante el Renacimiento, aun cuando nunca había desaparecido por completo de la cultura occidental.
Esto le dio a los artistas la oportunidad de escapar de las restricciones del cristianismo y una nueva actitud hacia la desnudez fue entonces posible…
Anteriormente se habían visto, claro está, otras reproducciones del cuerpo humano desnudo; por ejemplo, en algunas escenas del Antiguo Testamento con Adán y Eva o Betsabé bañándose. No obstante, cualquier atisbo de sexualidad estaba totalmente prohibido.
La mitología, a través de la diosa del amor y la belleza, le dio a los artistas la posibilidad de evocar el erotismo y la sensualidad sin el estigma de la indecencia…
Mitología griega y sensualidad romana
‘Venus Anadiomena’ – Théodore Chassériau (1838).-
La palabra griega «anadiomena» significa ‘emergiendo del mar’ y es otro nombre para la diosa Afrodita, quien emergió de la espuma de las olas después de que Cronos castrara a Urano, su propio padre, y arrojara sus genitales al mar.
El nombre romano de la diosa es Venus y, al haber agregado su apodo griego -Anadiomena-, Chassériau crea otro de los múltiples acertijos lingüísticos que surgen del uso de ambos lenguajes clásicos en el arte.
La Venus de Anadiomena perfilada por Chassériau es increíblemente hermosa y sus detalles amplificados revelan que claramente el artista la pintó como si de una escultura se tratase. Sin embargo, la belleza y la sensualidad que emana Venus no es lo único llamativo del retrato pues, su cabello, ligeramente ondulado y de un impresionante rubio claro roba las miradas de todos los que estaban más acostumbrados a las Venus castañas un poco más oscuras o rojizas…
Actualmente, esta increíble pintura cuelga en un muro del Museo de Louvre en París.
La encantadora espalda de Afrodita
‘El juicio de Paris’ – Jean-Antoine Watteau (1720).-
Después de una serie de complicadas aventuras, Peleo, el rey de los mirmidones, está a punto de casarse con la ninfa del mar Tetis. A la boda fueron invitados todos los dioses y diosas del Olimpo menos Eris, la diosa de la rivalidad, para así evitar cualquier conflicto en la ceremonia…
Sin embargo, como a menudo sucede en la mitología, precisamente la situación que se quiere evitar se termina dando como consecuencia de todas las precauciones que se tomaron para eludirla. Así, una furiosa Eris se presentó en la boda y aventó una manzana de oro con el mensaje “para la más bella de todas” en medio de las tres grandes diosas: Hera, Atenea y Afrodita.
Pero… ¿quién era la más bella? La situación creó una gran disputa entre las tres y, después de discutir en vano, llegaron al acuerdo de que Paris, el hombre más bello del universo, tomara la decisión.
Las tres diosas le ofrecieron recompensas a Paris para intentarlo convencer; y ya sea porque se dejó seducir por la promesa de Afrodita de darle la mujer más hermosa del mundo, o por la belleza que emanaba la diosa, fue a ella a quien le presentó la manzana de oro.
Esta es precisamente la escena que Watteau representó en esta pintura, y es también uno de los tópicos más populares del arte. Está pintada en tonos pasteles, con las delicadas pinceladas propias del artista.
La famosa pintura cuelga en el Museo de Louvre en París.
El máximo modelo renacentista
‘El nacimiento de Venus’ – Sandro Botticelli (1482-1485).-
En un concurso realizado en 1475, Simonetta Vespucci, quien había contraído nupcias con un familiar del explorador Américo Vespucio, fue nombrada ‘Reina de la belleza’ por la familia Médici y poco tiempo después se convirtió en amante de Giuliano de Médici; juntos se convirtieron en la pareja dorada de la ciudad.
La memoria de Simonetta perduró en el tiempo gracias a Sandro Botticelli pues, al ponerla como figura central de una pintura tan alegórica como lo fue El nacimiento de Venus -considerada la primera pintura de un desnudo femenino del Renacimiento en Europa-, la convirtió en un ícono.
Con su cuerpo perfecto de porcelana, irradiando la vulnerabilidad de la juventud, Simonetta encarna a la mismísima diosa de la belleza representada de pie en una concha de ostra en medio de un mar resplandeciente mientras cubre sus modestias. El cabello cayendo sobre su cuerpo desnudo, una mirada distraída llena de profunda nostalgia… la obra irradia sensualidad y melancolía.
Para Sandro, la hermosa joven fue su musa. La pintó una y otra vez, incluso después de su prematura muerte se rehusó a usar a otra mujer para sus pinturas… Y, cuando él yacía en su lecho de muerte, pidió que lo enterraran a los pies de la bella Simonetta.
Este ícono de la pintura renacentista cuelga en la Galería Uffizi en Florencia.
La personificación de la belleza femenina
‘Venus dormida’ – Giorgione (1507-1510).-
La Venus dormida de Giorgione irradia una belleza sensual que, lejos de anular la idea de deseo erótico, lo provoca de forma positiva…
Su rostro vuelto hacia el observador tiene rasgos hermosos y su cuerpo perfecto está lleno de alusiones sexuales que podrían pasar desapercibidas: su brazo derecho, doblado tras su cabeza, era un símbolo de sexualidad femenina en la época renacentista; además, su mano izquierda, descansando sobre su regazo, puede interpretarse o bien como una manera de cubrir sus partes más privadas -de la misma manera que el cabello de la diosa se había usado en otras pinturas-, o para indicar la masturbación.
En esta, como en otras obras del mismo Giorgione, existe una mirada distanciada, una actitud contemplativa hacia la naturaleza y la belleza: la mujer aparece en un sueño recatado, el paisaje tiene un color más bien frío, en lugar de los tonos cálidos más usados en este tipo de temas.
Esta famosa pintura se encuentra en la Gemäldegalerie Alter Meister de Dresden.
La Venus española
‘Venus del espejo’ – Diego Velázquez (1644-1648).-
Representado, al igual que siempre, como un niño alado, pero carente de su arco, en la obra de Velázquez vemos a Cupido, el dios del deseo amoroso, sosteniendo un espejo en el que Venus -su madre-, contempla su reflejo con un aire lascivo e indiferente…
Reclinada lánguidamente en su cama, con la espalda hacia el espectador y con sus rodillas dobladas, Venus se muestra con una cabellera muy morena, muy contraria a los castaños claros y rojizos con los que se acostumbraba pintar a la diosa.
Esta Venus española marca, además, una diferencia notoria con muchas de las otras, y es que se muestra sin la parafernalia mitológica que normalmente se incluye en representaciones de la diosa… La vemos recostada en una cama de lo más sencilla en lo que parece ser una alcoba, con su cabello recogido en un moño despeinado como si de una mortal se tratase.
Sin embargo, su belleza es capaz de robar el aliento de cualquiera… Su estilizado y joven cuerpo muestra un detalle meticuloso que deja en evidencia una composición segura, contornos claros y un uso muy inteligente del color.
Venus del espejo es considerado uno de los desnudos más sensuales y hermosos de la historia del arte, y descansa en las paredes de la Galería Nacional de Londres.
El nacimiento de la sensualidad
‘El nacimiento de Venus’ – Alexandre Cabanel (1863).-
Una vez más, pero sin ningún desperdicio, vemos cómo un artista reutiliza un famoso episodio de la mitología: Venus, al nacer, depositada en una playa por la espuma del mar.
Como ya hemos visto, este tema -que tuvo mucho éxito en el siglo XIX- proporcionó a varios artistas la oportunidad de abarcar el erotismo, sin chocar al público, gracias a la coartada de un tema clásico.
Y así fue para Alexandre Cabanel, quien utilizó la mitología de pretexto para abarcar el desnudo idealizado de la mujer que, aunque no excluye lascivia, nos deja una pieza increíblemente hermosa con unos detalles tan minuciosos que dejan ver que claramente el artista la pintó como si de una escultura se tratase.
Sin embargo, el atractivo y voluptuosidad que emana Venus no viene dado únicamente gracias a su figura, sino también a la gama de colores pálidos, lisos y nacarados que eligió Cabanel; un espectro cromático que envuelve la escena en un aura angelical y delicada.
Actualmente se encuentra en exhibición permanente en el Museo de Orsay en París, Francia.
Un encanto que hipnotiza a todos
‘El nacimiento de Venus’ – William-Adolphe Bouguereau (1879).-
Más allá de todas las opiniones encontradas con respecto a William-Adolphe Bouguereau, quien era considerado el académico más odiado por los artistas del siglo XIX debido a su actitud, nadie puede negar su buen hacer técnico, su exquisito plasmado de las anatomías y el hecho de que su representación del nacimiento de Venus es, junto a la de Cabanel, una de las más impresionantes del siglo XIX y del academicismo francés.
Los cuadros de Bouguereau tienen por temática principal la mitología, la cual interpretó profusamente con una pincelada hiperrealista y con una tendencia importante a describir la anatomía humana, especialmente la femenina, tal y como lo vemos plasmado en El nacimiento de Venus.
La belleza de Venus en esta pintura es amplificada por Bouguereau al pintarla en un elegante contrapposto en forma de ‘S’, enfatizando aún más las curvas naturales del cuerpo de la diosa, con una gama pálida y nacarada que realza el aire de belleza idealizada.
Esta obra maestra, pintada al óleo, se encuentra actualmente en exhibición en el Museo de Orsay, en París.
Con información de Culturizando