La filigrana mexicana se destaca coronándose como arte. ¿De dónde viene este reconocimiento? Su historia milenaria y sus creadores contemporáneos lo explican.
Si la definimos como solo una técnica, acotaríamos su esplendor, porque al referirnos a la filigrana hablamos de un arte milenario que se ha desarrollado de la mano de la rica historia de la humanidad.
La filigrana es una de las técnicas orfebres que hilaron –literalmente– a diversas culturas alrededor del mundo, una expresión cultural que, respetando sus características específicas según cada civilización, floreció observando una delicadeza y perfección común. Desde Mesopotamia, pasando por Grecia e India, con hallazgos que datan de 3000 años antes de Cristo, la técnica orfebre es digna de un reconocimiento que va más allá de su construcción a través de hilos de oro y plata.
En nuestro país, la cultura mixteca vio los orígenes de la filigrana mexicana. Esta cultura mesoamericana no solo dominó los Valles Centrales del hoy estado de Oaxaca, también dominó con excelsa belleza la técnica de filigrana. ‘La cultura mixteca y, posteriormente, la zapoteca ya dominaban la técnica de la filigrana. Estos hermosos trabajos de filigrana se pueden apreciar en varias de las joyas del tesoro de la Tumba 7, como el Pectoral Mictlantecuhtli (Dios de la muerte) o El águila descendiendo’, recuerda Alberto Rojas, director de Oro de Monte Albán, firma de joyas prehispánicas que es una institución en la materia orfebre oaxaqueña. Sobre esta emblemática pieza, Marta Turok, antropóloga y especialista en Arte Popular de México, detalla: ‘El pectoral del Dios de la muerte, encontrado en la Tumba 7 de Monte Albán, es una de las piezas más conocidas, tiene partes de trabajo abierto de filigrana y de filigrana con soporte’.
‘Durante el periodo virreinal, la filigrana se desarrolló en México como platería civil, es decir, piezas que no eran para el culto’, afirma Marta, enraizándose en estados que hoy son referente del trabajo en filigrana: Chiapas, Yucatán y Oaxaca. ‘Con la conquista, esta técnica se vio alimentada y depurada por la influencia arábiga que traía el conquistador, y que con la creatividad y calidad de la mano de obra oaxaqueña generó un estilo único, pues se hacía representación de la naturaleza como ramos de flores, hojas, etc.’, añade Alberto. La expresión se materializa actualmente en ‘pendientes, collares, pulseras, anillos o rosarios e, incluso, piezas en tercera dimensión como son los galeones’, enlista Marta Turok, quien también funge como coordinadora del Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México.
Descubriendo la técnica
En los talleres de Oro de Monte Albán, todo inicia con la fundición del metal para hacerlo un alambre que, posteriormente, se va adelgazando en una máquina (manual o eléctrica) llamada laminador. Esta máquina consta de dos rodillos de metal con diferentes calibres de grosor, en los que al ir pasando el alambre por estos se adelgaza. ‘Ya que se alcanzó el grosor más delgado en el laminador, el alambre se continúa adelgazando, ahora ayudados por una hilera, que es una placa de acero con perforaciones redondas de mayor a menor grosor, al hacer pasar el alambre a través de las diferentes perforaciones de la hilera, el alambre se va adelgazando’, detalla Alberto Rojas.
Una vez que se alcanza el grosor deseado del alambre, en Oaxaca, una de las características de su filigrana es que el alambre tiene una forma redonda, a este se le hacen pequeñas muescas apoyado de una tarraja, un proceso conocido como tarrajado. ‘El siguiente paso es pasarlo a través de unos pequeños pernos para que el alambre, que hasta ese momento era redondo, quede plano y las muescas queden únicamente en las orillas del alambre’, explica Alberto y continua, ‘Con el alambre tarrajado y plano, este se corta en pequeños pedazos con los que se empiezan a hacer manualmente y ayudados por pinzas y tijeras únicamente, las figuras características de la filigrana que nosotros los conocemos como cartones, medios cartones, calaveras, ojillos, etc. Basados en el diseño o pieza deseada, se hacen estas figuras que se colocan encima de una piedra refractaria y se arman como rompecabezas para aplicar la soldadura y que queden todas las pequeñas figuras unidas, al terminar de soldar se levanta la pieza formada y se detalla el terminado que puede ser entre otros el pulido y corte de diamante’.
Hilando el pasado, el presente y el futuro
De origen espiritual a un uso ornamental que se esparció por el sureste mexicano, ¿cómo diferenciamos el trabajo de filigrana en cada estado? ‘Todos los estilos de filigrana son muy lindos y es muy valioso que cada área le dé el toque que lo identifica y hace único. En el caso de la filigrana yucateca, los hilos de plata son finísimos. Esto hace que la pieza se vea muy femenina, casi como encaje’, explica Georgina Duarte, cofundadora y diseñadora en la firma de joyas Amandina, quien aprovecha esta cualidad del hilo para crear ‘diseños dentro del diseño’, un ejemplo de la innovación conjugada con la tradición que caracterizan a esta marca mexicana.
Hace más de diez años, Georgina y Joana tuvieron la misión de crear una firma de joyas que diera a conocer la técnica de filigrana desde una propuesta contemporánea. Ejemplo de esa clara misión es su pieza Corazón de Frida, un dije formado por varias partes pequeñas soldadas unas con otras en diferentes ángulos, la cual fue reconocida con una mención honorífica por el museo Franz Mayer.
Corazón de Frida de Amandina.
Para Alberto Rojas, de Oro de Monte Albán, los recuerdos de piezas en filigrana se resguardan en su memoria, algunas de ellas tan presentes como el reconocimiento a la excelencia en sus joyas mundialmente conocidas. ‘Recuerdo los dijes y los aretes de gusanito, porque cuando era niño me asombraba cómo podían representar un gusano en oro adornado con perlas y que en verdad parecía una lombriz. Actualmente, pienso que la Cruz de tubo, muy representativa de la región del Istmo, es un diseño hermoso y su elaboración es muy complicada’.
Cruz de tubo de Oro de Monte Albán
Con un promedio de tiempo que se cuenta en días de elaboración por cada pieza en filigrana, iniciando desde la fundición del metal, la transformación en hilos y finalizando con el pulido, la filigrana dista en belleza, técnica y tradición de encasillarse como una simple técnica, porque como viene a recordarlo Daniel Flores, artesano que colabora con la firma Amandina, ‘es un trabajo que lleva muchas horas, por eso, te tiene que gustar la pieza que termines, para que la veas como un arte’.
Con información de Vogue