El influyente estudio sobre los chimpancés realizado por la primatóloga Jane Goodall en los años 60 cambió fundamentalmente nuestro entendimiento de la humanidad para siempre. Desde entonces, ha dedicado su vida a la conservación –inspirando a millones a valorar verdaderamente y a sanar el mundo natural. Como parte de la serie Hope de Vogue, nos insta a colaborar y a construir un futuro más verde.
Siempre he sostenido que hay una razón para tener esperanza si… Y el ‘si’ es si nos reunimos a tiempo y comenzamos a sanar el dolor que los humanos han causado al mundo. La ventana de tiempo en la que tenemos la oportunidad de cambiar nuestras conductas destructivas se está cerrando, lo cual hace que tener esperanza se vuelva algo cada vez más difícil.
Uno de los más grandes obstáculos en nuestro camino para hacer estos cambios necesarios es el dinero. Las ONU predice que la población del mundo crecerá de los 7,800 millones actuales a 9,700 millones hacia 2050. Nuestro planeta no puede seguir el paso y es el 10% más rico el que está ocasionando la mitad del daño. Piensa en todas las personas que, por primera vez, han tenido la oportunidad de respirar aire limpio o de mirar al cielo y ver las estrellas por la noche en lugar de una neblina de contaminación en los últimos seis meses. Si regresamos a nuestros hábitos pre-pandémicos, entonces condenamos a las futuras generaciones. Esta es nuestra llamada de atención.
Mi máxima esperanza es que nos unamos para crear una economía verde para reducir las posibilidades de otra pandemia. El Covid-19 es un resultado directo de nuestra falta de respeto al medio ambiente y los animales. Las enfermedades zoonóticas se han vuelto más frecuentes, y no es sólo resultado de los mercados de animales salvajes en Asia y de los mercados de carne de animales salvajes en África, sino también de las granjas industrializadas de Europa y América.
La necesidad de una economía verde
El norte global ha desarrollado una cultura materialista y, desafortunadamente, otras partes del mundo que tenían formas de vida distintas quieren ponerse al día con el sueño americano, que ahora mismo, es francamente una pesadilla americana. Creemos criterios diferentes de lo que es el éxito en lugar de que sea algo íntimamente ligado al dinero y a la acumulación de cosas y poder. ¿Qué tal si pensamos que una vida exitosa es tener suficiente dinero para vivir y para apoyar a nuestra familia; suficiente tiempo para disfrutar la belleza que todavía está ahí? Los estudios demuestran que la gente se beneficia de estar cerca de la naturaleza y que los espacios verdes en las áreas urbanas tienen beneficios tanto para la salud mental como para la salud física. Debemos proteger lo que queda y restaurar lo que se ha ido.
Cuando llegué a Tanzania por primera vez en 1960, lo que hoy es el Parque Nacional Gombe era parte del gran cinturón de bosque ecuatorial que se extendía por África. Para 1990, era una pequeña isla. A pesar de que llegué originalmente para estudiar chimpancés, rápidamente me di cuenta de que los chimpancés estaban desapareciendo y de que era necesario no solo estudiarlos, sino también conservarlos. Y para poder conservarlos, tienes que ayudar a la gente a vivir en y alrededor de los hábitats de los chimpancés, para hacerlo de manera que no dañen su ambiente. En 1994, a través del Instituto Jane Goodall, establecí un programa de conservación y desarrollo centrado en la comunidad llamado TACARE (Tanganyika Catchment Reforestation and Education) para ayudar a la gente a entender que proteger el medio ambiente no solo es benéfico para los animales salvajes, sino para su propio futuro.
La gente debe sentirse empoderada para hacer cambios positivos. Muhammad Yunus [economista y Premio Nobel de la Paz] comenzó el Banco Grameen porque nadie otorgaba microcréditos a la gente pobre para ayudarlos a salir de la pobreza. Si bien no soy economista ni pretendo serlo, lo que sí sé es que para persuadir a un número suficiente de personas para adoptar un estilo de vida más verde, deben ser capaces de conseguir empleos verdes en campos como el de las energías renovables. A lo largo de mi carrera, he hallado valor al ver a un número creciente de personas entender y responder a la crisis climática. Entonces, ¿por qué no estamos haciendo más? Frecuentemente es porque la gente se siente desamparada; piensan ‘Lo que hago no generará una diferencia’. Pero sí la genera.
Cada uno de nosotros genera un impacto en el planeta cada día, y podemos elegir el tipo de impacto que generamos. Si la suficiente cantidad de personas toma decisiones éticas, si podemos aliviar la pobreza, si podemos reducir nuestro estilo de vida no sostenible, si podemos hacer algo respecto a la riqueza obscena de algunos individuos –quiero decir, ¿quién necesita tres o cuatro casas?–, entonces tenemos esperanza. Aprovecha tu poder como consumidor. Cada vez que compres algo, pregúntante ‘¿Este producto es resultado de la crueldad animal? ¿Es barato debido a la esclavitud laboral? ¿Es fabricado empleando materiales y prácticas que son particularmente dañinas al medio ambiente?’. Si la respuesta es sí, entonces aléjate.
Desde el inicio de mi carrera como ecologista, trabajé con el biólogo de campo George Schaller. A menudo, la gente nos decía que necesitábamos tener un foco, fuera la agricultura, la salud o el cáncer, que no podíamos hacerlo todo. George y yo veíamos las cosas de manera distinta; todo está interconectado. Si vas a establecer programas de educación para niñas, entonces también debes establecer instalaciones de salud en caso de que se enfermen. La colaboración es imperativa. Necesitamos que más mentes trabajen juntas para hacerle bien al mundo. Si no lo hacemos, perderemos.
Algunas personas dicen, ‘Bueno, estamos en medio de la extinción de sexto grado, ¿a quién le importa si algunos animales y plantas se mueren?’. Como aprendí en el bosque lluvioso, perder una pequeña especie puede no parecer importante, pero es probable que esa especie sea la fuente de alimento más importante para otra especie. Y entonces se genera un efecto dominó que puede hacer que el ecosistema colapse. Intentamos apartarnos y vivir en una burbuja, pero sin importar si nos gusta o no, los humanos somos parte del mundo natural y dependemos de él.
Haciendo un intento por reventar esa burbuja, comencé Roots & Shoots en 1991, un programa para motivar a la gente joven a implementar un cambio práctico positivo para las otras personas, animales y el medio ambiente, ofreciendo recursos y actividades gratuitas a los maestros. Los estudiantes de secundaria que tuvimos entonces han hecho grandes cosas, el ministro de medio ambiente tanto en la República Democrática del Congo como en Tanzania son exalumnos. Ahora comenzamos a trabajar con niños pequeños desde el kinder y nuestra red de trabajo se extiende a casi 100 países. Queremos ayudar a crear una oleada de gente joven con los valores correctos para obtener el mundo mejor, el futuro más brillante que deseamos.
La gran diferencia entre nosotros los chimpancés y otros animales es el crecimiento explosivo del intelecto. Yo tenía siete años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y no había computadoras en nuestras casas y poca gente tenía televisiones –mira como me estoy comunicando contigo ahora, digitalmente–, ¿no es increíble?
Y entonces, ¿cómo es posible que nosotros –la criatura más inteligente que ha caminado sobre el planeta– estemos destruyendo nuestro único hogar? Ciertamente parece haber una desconexión entre este cerebro y corazón inteligentes y nuestra habilidad para amar y sentir compasión. Tenemos una oportunidad enorme delante de nosotros, pero únicamente alcanzaremos nuestro verdadero potencial humano cuando nuestra cabeza y nuestro corazón trabajen juntos de manera armoniosa.
Con información de Vogue