Jorge Ramírez Pardo
El pintor Arturo Rivera preparaba una exposición para mediados de 2021 en el Museo Fernando García Ponce-Macay, de Mérida, Yucatán… pero ya no le alcanzó la vida para esta en su inauguración. Será una muestra de 20 obras entre pintura, litografía y dibujo.
Arturo Rivera (1945-2020), nació en la ciudad de México, y falleció allá mismo la madrugada de pasado jueves 29 de octubre a causa de una hemorragia cerebral provocada por una caída.
Rivera tuvo la mayor parte de su vida una existencia cargada de angustias y cercanía con la muerte. Él mismo llegó a decir: vivo más cada día, que no resto, sino que, como he pasado líneas, voy sumando vida.
Su obra plástica es de una factura es impecable. En sus óleos de gran formato, predominan imágenes narrativas hiperrealistas angustiantes en las que el autor aparece con frecuencia; parecen surgidas de una pesadilla, pero mostradas con claroscuros en tono poético y composición compleja y simétrica a la vez. Son imágenes que interrogan y perturban, pero complacen a los dictados de la estética, las simbologías y la experimentación. Aun así, exhuman sensualidad, placer con carga mórbida, susceptible de condena por inquisiciones y dogmatismos también mórbidos.
Su forja
- Hizo estudios de pintura, gráfica y dibujo en la Academia de San Carlos.
- En 1973 estudió serigrafía y fotoserigrafía en Londres.
- En 1976, va a Nueva York, donde inició su característico estilo realista.
- En 1979, por invitación del litógrafo y grabador Mac Zimmerman, se fue a Múnich, Alemania, como su asistente.
El tormento trocado en arte/terapia
“Me gusta vivir, pero soy un vivo entre los muertos, comentó en 1999 al diario La Jornada. Por supuesto que tengo otra forma de ver la existencia y no es que no tema a la muerte. Temo, pero no es un susto constante, parece contradictorio, pero cuando la muerte viene a mi vida es para hacerme revivir”.
“No estoy muerto. ¿Por qué? Porque toda la pintura está muerta y yo sigo pintando. He hablado mil veces de ese ‘reciclar el arte’. Los performances son cosas que, por ejemplo, ya viví. Soy hijo de las vanguardias. Hace muchísimo quebré un caballete en la calle de Mazatlán como símbolo de que esa forma de pintar había muerto. Hice happenings, instalaciones llamadas hoy performances. Ahora todo eso existe por cuestiones de mercado.
“Pero lo original no está en el cerebro. A estas alturas del arte ya no se puede hacer nada ‘innovador’. Lo ‘original’ radica en la diferencia innata que toda persona trae en su interior, pero la introspección duele, cuesta trabajo y se requieren muchos años para hacerlo. Por eso el oficio de pintor es de resistencia.
“He penetrado hasta lo más hondo de mí, porque la pintura ha sido mi terapia y ya estoy hueco. Hasta que me muera voy a seguir luchando por seguir haciéndolo mejor. Claro, no en el sentido moral, porque soy un perverso.
Pese a su existencia en vilo, era un hombre propositivo, dispuesto a impartir con generosidad su conocimiento en talleres de dibujo y pintura. Huraño y distante en apariencia, cálido y generoso con amigos selectos, quienes lo identifican como maledicente, pícaro y jovial.
Las últimas semanas batallaba para caminar; había pasado unos días en Tepoztlán mirando por la ventana. Había dejado de pintar, leía, pensaba, recordaba su vida.
Rivera experimentó a los 17 años un intento de suicidio fallido. Más tarde tuvo una cirugía de corazón abierto. Ambos sucesos le dejaron secuelas físicas y emocionales.
Por eso, como el mismo decía, pintaba y dibujaba “siempre desde los claroscuros de la perversidad”.
El que trasciende
En 1969 presentó su primera exposición individual en homenaje al Che Guevara.
En 2000, se seleccionó una de sus obras para una exhibición de pinturas de autorretratos en el Museo del Palacio de Bellas Artes, expuesta junto con piezas de Diego Rivera, Frida Kahlo y Francisco Goitia, entre otros.
En 2003, Arturo Rivera fue distinguido por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, México, como maestro del arte mexicano del siglo XX.
En 2005 ganó el Primer Premio en la segunda Bienal de Arte de Beijing, China, con el óleo Llegando a Nueva York, que ahora pertenece a la colección del Museo Nacional de Arte de ese país.
Arturo Rivera en San Luis Potosí
La pintora Lina Lanz, nacida en la ciudad de Campeche y formada en SLP, donde destacó como pintora y maestra de la misma disciplina, tomó en 2001 un curso con Rivera y así lo evoca: Fue un suceso el haberlo conocido, convivir con él. Él hacía unas obras en pequeño formato con óleo, y lápiz pastel durante el taller que nos impartió, así que lo pudimos ver trabajar; eso fue lo más gratificante. El curso trató sobre el uso del color, usando la paleta que él usaba.
“Su obra es de una gran introspección, el lado oscuro de la luna, como él mismo decía. Pero no solo eso, era un maestro de la composición y el uso de ella, más que sabio del color. Además de dominar las técnicas antiguas del óleo de la forma más purista
“A su trabajo se le pueden poner muchos adjetivos, pero es una nueva manera de hacer algo y expresar su mundo interno, sus angustias a través de metáforas pictóricas. Es considerado uno de los grandes pintores del siglo XX en México; su obra conjunta muchas virtudes, y capacidades, las que ya nombré.
Otros creativos comentan
El pintor Marco Zamudio, quien en 1995 fue su asistente, comenta, “En un mundo globalizado lleno de arte objeto y conceptual, supo remar a contracorriente. Era un pintor que decía que había que leer mucho y escuchar mucha música, para que el mundo que uno trae dentro empezara a emerger, además de trabajar en la introyección e introspección personal antes de pintar cuadro y encontrarse con el mundo interno para después explorarlo en un lienzo.
“El mundo de Arturo Rivera va más allá del denominado hiperrealismo. Rivera tiene un autorretrato titulado Los ejercicios de la buena muerte, en el que alude a cuando le pararon el corazón para destapar una arteria y con una máquina lo echaron de nuevo a andar. Rivera no tenía miedo a morir, pero decía que sí respetaba a la muerte, porque sólo ella nos podía hacer sentir lo mucho que es estar vivo. Su pintura es un eclecticismo de mundos extraños. A partir de la introyección y los miedos que sentimos, decía, es como nos podemos liberar, a manera de exorcismo.
Eduardo Lizalde, poeta: la belleza de lo terrible se encuentra en la obra de Arturo Rivera.
Saúl Kaminer, pintor: Un artista singular que supo labrar un camino propio. Arturo siempre tenía una preocupación pictórica, cómo lograr sus profundidades y atmósferas, cómo manifestar la esencia de lo humano, en su más cruda realidad, y al mismo tiempo en su más poética esencia. La pintura de Arturo no se queda sólo en la narrativa … las imágenes se desbordan a profundidades infinitas.