Mientras el coronavirus ha mostrado que el home office es viable, reporteros, fotógrafos y videógrafos deben mantenerse en las calles. GQ habla con ellos sobre las implicaciones de ser periodistas en tiempos de COVID-19 y el valor de hallar en las cifras letales un rostro humano.
“Cualquier otra crisis es visible, esta es una tragedia invisible”, dice la videoperiodista Teresa de Miguel sobre la pandemia. “Es difícil mostrarla en imágenes”. Hablamos al teléfono. Después de todo, así se hacen las cosas en tiempos de coronavirus… Al menos, para algunos; a otros, como reporteros, fotógrafos y camarógrafos un ente microscópico que ha sumergido al planeta en un vértigo les mantiene al margen del trabajo remoto: se debe salir. “No hay de otra, no puedes hacer fotos ni videos por la ventana. Toca ponerse creativo”.
Esta española afincada en México trabaja para el diario El País y lo mismo ha realizado coberturas en la agitada Venezuela que seguido las caravanas migrantes. Ahora documenta la pandemia. A su habitual arsenal de lentes, micrófonos y cámaras se suman guantes, cubrebocas, caretas y materiales para desinfectar su equipo. Los protocolos en su compañía exigen que cada cobertura sea previamente aprobada, que no se use el micrófono de solapa y que haya una alta coordinación con el fin de que ella y sus cinco compañeros periodistas visuales salgan lo menos posible. La profesión reclama estar en las calles para capturar “la doble velocidad” de la contingencia en México: la de aquellos que intentan habituarse al new normal que supone el confinamiento y la del otro 56.7% de la población que, de acuerdo con el INEGI, trabaja en la economía informal.
“COMO REPORTERO SALES Y MUCHAS VECES LA GENTE TE DICE: ‘TENGO MÁS MIEDO AL HAMBRE, A LAS DEUDAS, A NO LLEGAR A FIN DE MES CON LA RENTA QUE AL CORONAVIRUS. DEBES SALIR Y CONTAR HISTORIAS HUMANAS, QUE DEJEN DE SER NÚMEROS Y SE CONVIERTAN EN ROSTROS”, DICE TERESA DE MIGUEL, PERIODISTA VISUAL.
La foto periodista Teresa de Miguel
La temida curva de contagio ha implicado el meteórico despegue del teletrabajo. Zoom, la app estrella de videollamadas y el hito financiero de la tragedia pasó de tener 10 millones de usuarios a fines del 2019 a 200 millones a finales de marzo. Eric Yuan, el empresario chino que la creó, apunta a convertirse en rockstar empresarial luego de estimaciones que valoran la empresa en 44,000 millones de dólares.
Al circuito periodístico le toca poco de eso. A Jake Seiner, reportero de The Associated Press, la mayor agencia de noticias del mundo, la pandemia le arrancó a mediados de marzo de la cobertura regular de béisbol en Arizona para comenzar a dar seguimiento al convulso Nueva York. Junto a fotógrafos y camarógrafos, apegados a los protocolos de seguridad, el periodista de 30 años siguió a los abrumados cuerpos de emergencia —con demandantes turnos de hasta 16 horas—; contó también la situación de las casas funerarias, rebasadas en su capacidad para manejar cadáveres, y acudió a los funerales de aquellos que mueren de COVID-19. “Solo esperas que tus historias contribuyan”, espeta al teléfono. La AP también ha endurecido las medidas de seguridad para salvaguardar a sus reporteros, según confirma uno de sus voceros a GQ en un e-mail.
Para la fotógrafa Sashenka Gutiérrez, de la agencia EFE, dejar de recorrer las calles de CDMX tampoco es una opción. El coronavirus en México simplemente no lo permite. “La gente sigue en las calles y hay que contar esas historias”. Ha capturado la de una concurrida estación Pantitlán donde la sana distancia es útopica; las de la incertidumbre de familiares de pacientes con COVID-19 afuera de los hospitales y la del recorrido por la fábrica donde bolsas se convierten en un primer pedido de 20,000 sacos negros en los que se colocarán los cuerpos de las víctimas del virus. “¡Madres! En esto va a acabar todo”, se dijo . Está también la crisis de los mariachis sin nadie a quien cantar y los testimonios de ancianos que siguen trabajando a pesar de conformar el grupo más susceptible: “He sobrevivido al terremoto del 85, al del 2017, a la gripe H1N1; a lo que no puedo sobrevivir es a quedarme a casa y no percibir dinero”, le respondió uno a De Miguel.
La estación Pantitlán, una de las más transitadas de CDMX, en plena contingencia por la pandemia de coronavirus.
“¡MADRES! EN ESTO VA A ACABAR TODO”, SE DIJO LA FOTÓGRAFA SASHENKA GUTIÉRREZ AL VISITAR UNA FÁBRICA DE BOLSAS PARA LOS CADÁVERES DE LOS FALLECIDOS POR COVID-19.
La labor es crucial para combatir ese otro contagio: la infodemia, la abrumadora oleada de fake news que la propia Organización Mundial de la Salud y otros organismos han instado a evitar. Supuestas formas de transmisión, falsos remedios, tergiversadas medidas de prevención… Un reciente estudio del Pew Research Center indica que casi la mitad de los estadounidenses reconocen haberse topado con noticias fabricadas sobre el coronavirus. Cuatro de cada 10 indican que en su mayoría la información se relacionaba a los supuestos riesgos del virus. En la era de la inmediatez, la información fabricada se disemina a ritmo de vértigo. De ahí que en países como la India los arrestos por difundir falsa información asciendan a 100 personas. “El gran riesgo es que una simple falsedad puede ganar impulso y negar el significado de todo el cuerpo de hechos reales”, se lee en un artículo de la UNESCO.
A pesar de lo vital de la profesión, el círculo periodístico no ha esquivado los efectos de la crisis económica de la pandemia. Medios como El Universal, uno de los más importantes y antiguos de México, ha reducido en 30% el sueldo de sus empleados por los próximos cuatro meses; el diario deportivo Récord aplicó una medida similar para el mes de abril y Business and Luxury Media Group, editora de Forbes, ha implementado reducciones de hasta 50% en los salarios, según reportó recientemente AP.
La fotógrafa Sashenka Gutiérrez ha recorrido hospitales y cementerios para documentar el manejo de pacientes y fallecidos por COVID-19.
Un virus que redefine el periodismo de alto riesgo
—¿Cuál es la principal diferencia de cubrir la gripe A(H1N1) y la actual pandemia?
— No recuerdo miedo, un pánico generalizado.
Habla Olga Rodríguez, una periodista de AP quien hace poco más de 10 años, en 2009, dio cobertura al brote de la gripe porcina. Se trasladó a la comunidad veracruzana de La Gloria, recorrió los criaderos de cerdos donde pudo estar el foco de infección y localizó al paciente cero, un niño de entonces cinco años. Viajó también a Oaxaca para intentar hablar con la familia de la mujer identificada como el primer deceso en México a causa de ese brote que culminó en pandemia. “Nunca sentí miedo de estar cubriendo la nota. No lo recuerdo como esa idea de que te podía matar, como que estuviera exponiéndome”, recupera.
LA PANDEMIA HA REFORMULADO EL PERIODISMO DE RIESGO. “UNA COLEGA TRAE EN LA CAJUELA UNA CUBETA CON CLORO”, CUENTA LA FOTÓGRAFA SASHENKA
El llamado swine flu causó entre 151 mil y 575 mil decesos en su primer año, según el CDC de EU. El coronavirus, por su parte, acumula la muerte de 193,825 personas de todo el mundo en solo unos meses. Más de 23 mil casos y 2,154 defunciones —al 3 de mayo— han ocurrido en México. Aquí la pandemia supone un obstáculo más para el periodismo, una labor que de por sí implica supervivencia. En 2019, el país concentró la mayor cantidad de periodistas asesinados, según el Comité para la Protección de Periodistas. Están además los feminicidios, los desaparecidos y el narco. Reportear en México es peligroso… Y la pandemia lo ha democratizado. “Antes tenías que ir a la frontera, Michoacán o Guanajuato. Ahora la crisis o la situación dolorosa la tienes casi en la puerta”, dice De Miguel. “Uno habla de coberturas de alto riesgo a las que estás acostumbrado, pero esto nos vino a cambiar el chip”, opina Sashenka.
El instinto periodístico ya no es suficiente para estar a salvo. Los micrófonos de los medios aparecen cubiertos con bolsas o revestidos con plástico para alimentos. Quienes acuden a “la mañanera” se sientan en sillas apartadas. A los fotógrafos, describe Sashenka, les toman la temperatura, entran “por goteo”: un máximo grupo de tres ingresa hasta que otro ha salido y sólo permanecen unos minutos para capturar imágenes. El saludo ni siquiera es una opción y la camaradería apenas se traza con miradas: el coronavirus en México ha cambiado las reglas.
A pesar de medidas como esa, en la conferencia de prensa vespertina del 25 de abril, el subscretario de Salud Hugo López-Gatell confirmó que un empleado de comunicación social de la dependencia tenía COVID. El trabajador se encargó de recibir a los periodistas. “Esto nos llevó a una situación de potenciales contactos a quienes estamos en este recinto”, dijo el funcionario. A partir de un estudio de contacto, se ha determinado que de los 28 asistentes, solo 11 tuvieron contacto directo con el trabajador que requirió hospitalización y está la sospecha de que un asistente haya desarrollado síntomas. “A pesar que de que seas el más cuidadoso del mundo, en alguna de esas puedes tener un descuido y contagiar a alguien de tu familia. Creo que es el temor que tenemos como periodistas”, expresa la fotógrafa.
Una época para reivindicar el factor humano
Pese al riesgo, los periodistas consultados coinciden: la pandemia ha traído consigo prosperidad en historias humanas. “Lo que la gente quiere leer”, dice Rodríguez. Luego de estar en un sótano de Nueva York rodeado de unos 20 o 30 cuerpos en su mayoría víctimas de COVID-19, Stein reconoce que “de cada historia regreso con algo de empatía hacia los personajes con quienes hablo”.
“HAY UN FACTOR EXHAUSTIVO AL DESCUBRIR ESTAS HISTORIAS CERCANAS, DORMIR NO ES FÁCIL”, CONFIESA JAKE SEINER LUEGO DE SEMANAS DE CUBRIR LA PANDEMIA EN NUEVA YORK.
Para De Miguel, ser periodista en tiempos de pandemia la ha llevado a toparse con ese je ne sais quoi de México. Recupera que luego de casi dos tardes en un desolado Garibaldi cuando estaba a punto de irse arribó una quinceañera. “Pensaba que estaría triste por no poder realizar su fiesta en grande, pero la niña estaba encantada. Me dijo: tengo la ciudad vacía para mí sola. Es interesante esta cosa tan mexicana de poder ver el lado positivo de las cosas, poder sonreír a la adversidad a pesar del ambiente de desesperanza”.
¿Cómo concluye una jornada de cobertura de esta tragedia? “Hay un factor exhaustivo al descubrir estas historias cercanas, dormir no es fácil, han sido días largos”, confiesa Jake. En México, Sashenka responde con lo que su esposo le dice cada noche tras años de cubrir terremotos, feminicidios y ahora, una pandemia. “Esto es algo con lo que vas a vivir para siempre”. Y junto con ellos, lo hará el resto de la humanidad.
Con información de GQ