Llega el 11 de septiembre. Es el momento de la Diada de Cataluña. Una fecha marcada por la división en el independentismo, la posible inhabilitación de Torra y el coronavirus. A pesar de todo, las concentraciones se realizarán. Eso sí, con mascarilla, aforo máximo y distancia de seguridad. También con la desaprobación de la comunidad médica.
El 11 de septiembre siempre es una jornada especial en Cataluña. Sus habitantes celebran el día de la tierra en la que residen. Y no solo festejan, también reivindican. Conmemoran la defensa de los derechos y las libertades del pueblo catalán. Su identidad como nación, corazón del mensaje de la Diada de Cataluña.
Miles de personas recorren las calles de localidades de toda la comunidad. Lo hacen con la estelada en la mano, al cuello o en el pecho. Reclaman la independencia o, al menos, la oportunidad de decidir sobre su futuro. Un grito que vertebra la política catalana, teñida de amarillo desde hace años.
Una llamada que ha llegado a congregar a casi dos millones de personas en los distintos actos celebrados ese día a lo largo de toda Cataluña. Según los datos de la Guardia Urbana, 1.800.000 catalanes participaron en 2014. Una cifra que ha ido descendiendo con el paso de los años. En 2019, tan solo 600.000 asistentes acudieron a la Diada.
Caída que se hará más evidente en 2020. El coronavirus disuelve los ánimos en Cataluña, donde no se repetirán las masivas manifestaciones de años anteriores. Con un elevado número de contagios, la Generalitat de Catalunya ha suspendido todos los actos previstos para el 11 de septiembre. Ningún miembro del Govern marchará por las aceras. Tan solo, se mantiene la tradicional ofrenda floral a la estatua de Rafael Casanova, a la que acudirán únicamente el presidente catalán, Quim Torra; el vicepresidente, Pere Aragonès, y la portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó.
“Como miembros del Govern, buscaremos fórmulas alternativas como la presencia en los balcones, y no habrá asistencia física. Garantizaremos el derecho a la manifestación, pero consideramos que, ya que estamos pidiendo a la población que eviten encuentros de más de 10 personas, nosotros nos tenemos que poner al frente de estas medidas y nos quedaremos sin asistir”, ha comentado Budó.
No acudirán, pero tampoco impedirán las concentraciones. En Cataluña, no están permitidas las reuniones de más de 10 personas, sin embargo, desde Presidència anunciaron que esta restricción “no afecta al derecho de manifestación, siempre que se ejerza respetando las medidas de distanciamiento, mascarilla e higiene de manos”. Por ello, piden que la población extreme las precauciones en las concentraciones previstas para evitar el aumento de contagios.
“Tendremos una Diada tranquila, no prohibiré ninguna manifestación”, proclama Torra en el Parlament de Catalunya.
Manifestaciones estáticas
El líder del ejecutivo autonómico confía en la actuación y sensatez de los organizadores de las concentraciones. Referencia directa a Assemblea Nacional Catalana (ANC), encargada de la mayoría de protestas del 11 de septiembre. La asociación remarca que está preparada para realizar “la manifestación adaptada más grande de Europa”.
La plataforma prevé convocar a 48.000 personas en 107 movilizaciones, repartidas en 82 municipios. Para participar, el interesado tiene que inscribirse días antes. Solo los que hayan cumplido este proceso podrán acceder a las concentraciones, que estarán delimitadas y dispondrán de un control de acceso. Medida que desde la organización consideran que no alejará a los manifestantes. “Tenemos mucha confianza. Algunos puntos ya están completos. Igualmente, en años pasados en los que hemos seguido este método, hemos observado que el 75% no se apunta hasta el final”, explica el vicepresidente de ANC, David Fernàndez, a Sputnik Mundo.
Los puntos de protesta se situarán frente a edificios del Estado en Cataluña, como delegaciones de Hacienda, los juzgados o tesorerías de la Seguridad Social, que se encuentren en espacios amplios como avenidas y plazas. Cada uno contará con aforos distintos, los cuales también varían según la localidad. Así, en Barcelona se podrán congregar hasta 10.000 personas entre cuatro puntos, mientras que en la plaza de Sant Climent de Taüll, frente a su iglesia, el número de asistentes no superará la docena. Eso sí, independientemente del lugar, la asociación obligará a respetar cuatro metros cuadrados por manifestante. Además, impondrá el uso de la mascarilla o el gel hidroalcohólico. “Las medidas sanitarias están garantizadas. Tanto el control de accesos como la higiene y la distancia social”, afirma Fernàndez.
Más allá de las concentraciones, la asamblea anima a la ciudadanía a salir a los balcones a festejar la Diada a las 17:14. También ha organizado una movilización virtual a través de las redes sociales. Una iniciativa con una vertiente altruista, ya que contará con un código QR para recaudar fondos para proyectos sociales. Además, durante toda la semana, la plataforma ha impulsado una serie de charlas alrededor del planeta sobre el asunto catalán. En la llamada Catalan Week, Portugal, Bélgica, México o Luxemburgo han sido escenario de distintas conferencias.
Por su parte, Òmnium Cultural prepara una acción reivindicativa junto al barcelonés Arco de Triunfo para denunciar la “represión” sobre el independentismo. La CUP se plantará en el paseo Lluís Company en sustitución de su habitual manifestación. Actos con los que las distintas organizaciones quieren demostrar que, a pesar del coronavirus, el mundo no se puede parar.
“De todas las Diadas esta es la que llega en el momento político más complejo. Además, se mezcla con la dura situación sanitaria, que viene acompañada de un mal panorama económico. No obstante, no podemos abandonar las calles. No podemos olvidar un día tan importante como la Diada de Catalunya”, admite el vicepresidente de ANC.
Perspectiva sanitaria
A pesar del protocolo establecido para las concentraciones, la comunidad sanitaria no está tan segura. Con más de 500 casos diarios, Cataluña es una de las regiones más afectadas por la segunda ola del coronavirus en España. También es cierto que ha conseguido reducir el ritmo de contagios existente en agosto. Sin embargo, las aglomeraciones de personas suponen un peligro para el aplanamiento de la curva. El secretario de Salud Pública de la Generalitat, Josep Maria Argimon, pide a los convocantes de las protestas de la Diada que recapaciten sus intenciones.
“No es oportuno. Podemos manifestarnos y reivindicar lo mismo, pero en otro formato”, aseguraba Argimon a los micrófonos de Rac1.
En la misma dirección se han pronunciado otros médicos. El infectólogo que asesoró al Govern durante la desescalada, Oriol Mitjà, y el jefe de Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, Antoni Trilla, han pedido evitar las concentraciones. “No creo que la vida de Cataluña ni las reivindicaciones legítimas se vean cuestionadas o afectadas si un año no podemos realizarlas como las hacemos habitualmente”, aseveró Trilla en Rac1.
Desde la UCI del Hospital Vall d’Hebron, el médico Jordi Riera, especializado en el aparato respiratorio, opina que se podrían llevar a cabo de otra manera. El facultativo reconoce “el derecho de la población a expresarse”, pero la seguridad en términos sanitarios debe ser estricta. “La palabra concentración en el contexto actual implica unas condiciones que predisponen al contagio. Esto es indudable. Por eso, para poder realizarla, se tiene que respetar el uso de la mascarilla, la higiene de manos y la distancia interpersonal, como mínimo”.
“Nada de abrazos, besos y cadenas humanas. Además, cuidado con el uso de pañuelos, pelotas o banderas y la presencia de menores de edad. Y, por supuesto, impedir que acudan personas con síntomas relacionados con el COVID-19. Sin duda, se debería valorar la posibilidad de convertir el evento en algo no presencial. La tecnología nos puede ayudar”, explica Riera a Sputnik Mundo.
Una fecha importante en Cataluña
“Un hecho histórico que no queremos olvidar”. Así define Fernàndez al 11 de septiembre. Una fecha clave dentro de la historia catalana. Tanto que se ha convertido en el Día Nacional de Cataluña. No obstante, a diferencia de lo que sucede en otros lugares, este no remite una victoria, sino a una derrota. En concreto, a la toma de Barcelona por las fuerzas borbónicas el 11 de septiembre de 1714.
Durante la Guerra de Sucesión española, Cataluña se alineó con los Habsburgo y no con los Borbones en la disputa del trono hispánico. El motivo fue que Carlos de Austria les había prometido la creación de un estado independiente del gobierno español. Sin embargo, fue el bando derrotado. El Tratado de Utrecht consolidó a Felipe de Anjou, conocido como Felipe V, en la monarquía. Pero, Cataluña no dejó de luchar contra el nuevo rey, a pesar de la renuncia del heredero austríaco. Las tropas reales, dirigidas por el Duque de Berwick, necesitaron 20.000 hombres para entrar en la capital catalana y poner fin a la contienda.
Dos años después, en 1716, se promulgaron los Decretos de Nueva Planta, por los que se consumaba la destrucción de todas las instituciones catalanas. España se transformaba en un estado centralizado.
No obstante, el sitio de Barcelona no sería olvidado. En 1886, diversas entidades del catalanismo cristiano celebrarían una misa en honor de los caídos en el sitio de Barcelona. Dos años más tarde, con motivo de la Exposición Universal, se inauguraría la estatua de Rafael Casanova, conseller en cap de Barcelona en 1714 y símbolo de la lucha catalana. A partir de 1894, siempre que se permitiese, recibiría flores el 11 de septiembre.
Pero, lo que comenzó como un acto cultural y de memoria, con el paso del tiempo, fue absorbiendo una mayor carga política. La represión policial a principios de siglo XX dotó a la Diada de un fuerte carácter reivindicativo. La recuperación de las instituciones catalanas, primero la Mancomunitat, en 1914, y después la Generalitat, en 1931, institucionalizó la fiesta y la convirtió en algo similar a como la conocemos ahora.
El franquismo prohibiría su celebración y habría que esperar a 1976 para volver a festejar el Día de Cataluña. Entonces, tendría un tinte antifranquista. En 1977, bajo el lema “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia”, un millón de personas saldría a la calle para reclamar el Estatuto de Autonomía, concedido en 1979.
Más adelante, la Diada se institucionalizó de nuevo y en 1980 fue reconocida legalmente como fiesta nacional de Cataluña. Rafael Casanova tendría flores a sus pies cada 11 de septiembre. Las manifestaciones serían la tónica del día.
Hasta que llegó 2020. La ofrenda floral se mantendría. Las manifestaciones no, pero se transformarían. Un enemigo invisible que desbarataría los planes para el 11 de septiembre, que se entreveía complicado. Torra se enfrenta a una posible inhabilitación tras desobedecer la orden de la Junta Electoral Central de retirar del balcón del Palau de la Generalitat en período electoral una pancarta en favor de los presos independentistas. Cataluña podría ir a elecciones, propósito del líder de la Generalitat, al menos antes de la pandemia. Además, la hostilidad va en aumento entre los dos mayores partidos del independentismo, JXCat y ERC.
Puede ser que Quim Torra no vuelva a depositar flores a Casanova como presidente catalán. Tal vez sea su último 11 de septiembre al frente de Cataluña. Uno distinto y atípico, adjetivos predilectos para este año.
Con información de Sputniknews